8: Otro cadáver

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Cainán B

Me burlo de la detective y me relamo los labios al frenar un poco mi risa. Luego, sin ninguna explicación, le regreso el celular, así que queda atónita. Aunque su expresión sigue siendo de asco. No es para menos, le metí un rastreador natural en el cuerpo. Hace más cosas, pero esa es la función principal por la que se lo inyecté. No confío en ella, así que más vale prevenir.

—¿Vamos? —Levanto las llaves de mi coche—. Te llevo a donde te estás hospedando —sugiero mientras muevo los dedos.

No muy convencida, me sigue detrás, ya que se da cuenta de que le dije la verdad. No hay mucha señal por aquí para que use el GPS de su celular. Llegamos al auto y le abro la puerta como todo un caballero. Me tira una mirada asesina, pero no me dice nada más, yo solo sonrío.

Conduzco, tranquilo, Adara me observa de refilón. Detengo el vehículo de repente, viendo las sombras. Ella se agita por la frenada abrupta.

—¡¿Qué te pasa?! —se queja.

—Nada serio, hay que cambiar de carretera —digo muy calmado.

Entrecierra los ojos.

—¿Por qué?

No le contesto, solo giro mi vista para mirar detrás y retroceder el vehículo.

—¡Responde! —exige.

Doblo el volante lo más que puedo, entonces doy la media vuelta hacia el bosque, entonces avanzo más rápido. Ella mira para todos lados, intentando entender mi cambio repentino, pero no lo comprendería, es una persona normal y no puede ver lo que yo.

—¡Cainán, por todos los cielos, detén el auto! —me grita y trata de agarrar el volante, pero la aparto—. ¡Por favor, B! ¡¿Estás loco?! —chilla—. ¡¡Es un barranco!!

Debe pensar algo como «nunca debí haberme subido al vehículo con este hombre». Es lo que percibo en su cabeza, así que no puedo evitar reír.

Esquivo a las sombras, las cuales se caen por el acantilado, así que me carcajeo más fuerte, burlándome. Amo cuando soy el ganador. Lástima que mi triunfo no puede ser festejado, debo girar de nuevo, ahí viene otro.

—¡Ajá! —expreso, viendo una valla.

—Rompiste propiedad privada —me recrimina cuando la cruzo, frenando frente a una cabaña—. ¿Qué se supone que estás haciendo? Puedo arrestarte por eso.

Me bajo del vehículo, ignorándola, y visualizo la sal. Es un círculo de protección. Bueno, me sirve. Avanzo hasta la casa, así que Adara me sigue.

—Oh, cielos —expresa, sorprendida, al ver lo mismo que yo.

—Otro cadáver —declaro, tranquilo.

Debió ser el hombre que puso la sal.

—Hay que avisar a las autoridades —declara Adara, pero no hay señal en su teléfono—. Mierda —se queja, luego alza la vista—. ¿Qué haces? No lo toques —pide cuando tengo la mano a centímetros del cuerpo.

Murió hace poco, definitivamente. Creo que lo conozco. Aunque no me acuerdo de dónde, como con Lucila. En definitiva, me quieren tender una trampa. Necesito visitar a Elerick, aunque a A no le guste nada.

Adara

¡Estoy harta! No puedo creer que mi atracción por un hombre me haya llevado a situaciones tan desagradables. No sé ni cómo enumerar la cantidad de molestias que estoy teniendo por siquiera pensar que podría tener un día tranquilo. Claro, si no hubiera incluido a A en la ecuación, esto no hubiera pasado. En ningún momento se me ocurrió pensar que B me traería todos estos problemas. En cuanto acabe con esto, dejaré de involucrarme con Cainán y solo lo veré como un testigo y sospechoso más.

No puedo creer que haya aparecido otro cadáver en tan poco tiempo e involucrándome a mí.

—Debemos irnos y avisar a las autoridades —insisto.

—No podemos irnos. —Mira por la ventana como si algo nos estuviera vigilando—. Hay que esperar.

—No podemos quedarnos aquí, hay un cadáver.

—Seremos mejores amigos —declara, animado.

—¡Cainán, por todos los cielos...!

Se aproxima y toca mi labio.

—Calla o te hago dormir.

Frunzo el ceño.

—¿Es una amenaza? —Golpeo su mano.

—Humanos, no entienden nada —se burla.

—No sé a qué te refieres, pero no explicas bien. Si fueras menos ambiguo y más concreto, no estaría desconfiando de ti.

Hace un silencio, mirándome fijo, luego sonríe, volviendo a estar de ánimo.

—No me lo vas a creer, pero estamos rodeados por... no sé cómo explicarle esto a un humano. —Se ríe y alza las manos—. ¡La fuerza maligna de Norville!

Le pego en la cabeza.

—¡¡Deja de bromear, B!! —lo reprendo.

Se soba el golpe.

—No es broma, hay muchos males por aquí. Aunque no estoy seguro si son al azar o en realidad son a propósito —formula una teoría descabellada.

Enarco una ceja.

—¿En serio? —declaro, escéptica—. B, piensa un poco. —Bufo—. ¿Cómo pretendes que confíe en ti? Terminamos en una cabaña desolada con un cadáver y quieres quedarte, ¿eso te parece lógico? No puedo creer las explicaciones locas que das.

Se ríe.

—Perdón, lo pondré lo más humano posible. Hay varios francotiradores fuera, salimos y te mueres. ¿Mejor?

—¡¿Qué?! —Me sorprendo—. ¡¿Por qué no lo dijiste desde un principio?!

Mantiene la sonrisa.

—Eres tan linda e inocente, pobrecita.

Decido no responder y hacerle caso. No vaya a ser que esté secuestrada por este maniático, por sus mentiras, ya que es lo que parece. Mejor le seguiré el juego, pues ninguna de sus excusas me convence, sin embargo, si son reales habré terminado mal, solo por desconfiar. Será bueno tantear el terreno antes de hacer nada.

Tú y yo paranormalWhere stories live. Discover now