31: Unas simples reglas

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Cainán A

Suena el timbre y dejo de observar a Adara como un animal al acecho. Me dirijo a la puerta de entrada, entonces me encuentro con el molesto de Akil. Me sonríe y entra sin mi permiso. Seguro sabe que no lo iba a dejar pasar, así que ni se atrevió a preguntarme. Si piensa que su posición de "ley", me intimida, está muy equivocado. Además, no le creo nada a su amabilidad, mucho menos que su madre sea un ángel.

—¿Qué quieres? —digo, tosco.

—No he visto a Adara en un tiempo, así que supuse que estaría contigo.

—Ya te aclaré que es mía. Tarde o temprano entendería que lo mejor para ella es estar en esta casa. Lo tuyo era momentáneo.

Mantiene la sonrisa.

—Entiendo que quieras hacerme enojar, pero como ya te expresé, estoy de tu lado, en referencia a tu relación con Adara. —Se aproxima a mi rostro, observándome serio—. Aunque, en lo que respecta a la ley, es un tema diferente.

Retrocedo antes de querer golpearlo.

—No asesiné a esas personas.

Sonríe, volviendo a su semblante amable.

—Todo sería más fácil si lo admitieras. Somos demonios, en realidad, no nos importan sus vidas, así que, ¿por qué dar tantas vueltas?

—No me crees, pero digo la verdad —expreso, serio.

—Eres sospechoso, debo darte el beneficio de la duda.

—Pero no quieres —afirmo.

—No importa si lo deseo o no, el tiempo corre. No debí haber venido aquí en primer lugar, pero ella me lo pidió y mi cuerpo lo tomó como una orden.

Gruño.

—Si es tu dueña... —expreso y frunce el ceño, parece que es lo único que lo hace enfadar—. ¿Por qué no lo recuerda? ¿Tú si lo haces?

—No —afirma—. Solo me di cuenta con el tiempo, así que es probable que eso haya pasado en el inframundo y no aquí. Como sabes, hay una vida paralela tanto allí como aquí, y están conectadas.

—Lo sé, aunque no creo que haya una mía en el infierno. De hecho, tengo la teoría de que B sería el paralelo, pero nació aquí, conmigo.

«Neh, tú debes ser el inútil paralelo, yo soy el original», se queja el mencionado.

—Ambos lo somos —contesto.

Akil se ríe.

—Había olvidado que eras dos —aclara el pelinegro.

—No olvides que soy un ser evolucionado. —Gruño.

«Ya rómpele la cara».

—Soy un híbrido, también soy especial.

«¡¡Qué le rompas la cara!!», insiste B.

—Ojalá pudiera golpearte —le aclaro a Akil—. Lástima que tienes escudos —agrego, para recordárselo a mi contra parte.

«¿Te burlas de mí? Solo hay que rompérselos».

—Te ves alterado —acota el demonio de la ley—. No dejes que tus celos te consuman, no soy tu rival.

Frunzo el ceño.

—No me interesa si estás interesado en Adara o no, pero ella sí lo está, solo eso me basta para enfadarme. No veo la hora de que te vayas.

—Puedo irme de la casa, mas no del pueblo. Como ya sabes, Norville te deja entrar, pero no salir. Hay algunas excepciones, una vez fui una de ellas, pero no sé si correré la misma suerte en esta ocasión. Mi jefe va a matarme cuando se entere. —Ríe por su última acotación—. Qué fastidio.

—Espero que se entere pronto.

—Parece que nunca voy a convencerte, sobre que no soy un problema entre Adara y tú, pero estamos a mano, yo tampoco te creo muchas cosas.

—Lo que sea, lárgate de mi casa.

—Veré cómo está Adara y luego me iré —informa.

—Está durmiendo, vete.

Se queda en silencio, parece que escucha.

—Sí, la oigo respirar, y tienes a alguien atado en un sótano. —Empieza a caminar y lo sigo—. ¿Es tu próxima víctima? —sugiere.

—Es una de las brujas del bosque, fuimos a investigar las marcas de Adara, y nos atacaron. La encerré porque es peligrosa, ya que maté a su hermana, se puso muy agresiva. Nos puede brindar información, por eso la dejé con vida.

—¿Nombre? —dice, serio.

—Indivar Miracle.

Saca una libreta y la revisa. Llegamos al sótano, entonces abre la puerta. Observo todos sus movimientos. Bajamos las escaleras, así que ve a la chica atada. Está igual que como la dejé, sus ojos vendados, su boca amordazada, sus manos y pies con fuertes sogas. Akil anota algo en el papel.

—¿Dijiste que asesinaste a su hermana? ¿Cómo se llamaba?

—Neferet.

Anota.

—¿Nadie te vio?

—No. Adara lo sabe solo porque se lo conté —aclaro.

—Entiendo. Si la matas, recuerda informar o al menos no dejar huella.

—No soy descuidado, ya te lo dije, no maté a esos humanos de los que se me acusa.

—Las reglas son simples, se informa si dejamos rastros del asesinato o eliminamos todo, son dos opciones fáciles.

Gruño y la mano se convierte en garra, por el enojo.

—Sé las reglas —expreso a regañadientes.

—Solo te las recordaba. —Guarda su libreta.

Antes de que pueda responder, escuchamos la puerta abrirse. No la sentí porque estaba cegado por mis celos, pero Adara llega hasta el sótano con nosotros. Creí que la había dormido por completo, sin embargo, está fresca como una lechuga. Nos mira de mala manera, luego corre y nos empuja, se dirige hasta la chica.

—Oh, cielos —declara, preocupada, mi presa.

La ayuda a desatarse y no hago nada para detenerla. Quizás no debí haberle contado que la tenía. Ese fue mi gran error, o tal vez no. Al menos le he demostrado a Adara que Akil no es ningún santo, pues estaba aquí sin ayudar a la muchacha, avalando mis acciones, como es lo habitual en un demonio, lo normal. 

 

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