35: Júraselo al karma

203 32 16
                                    

Adara

No confío del todo en Cainán y, para tranquilizarme, Akil me dio una daga. Se supone que esta arma puede herir a un demonio. Me parece muy curiosa su estructura, tiene una especie de tubos circulares, rodeando hasta la mitad de la hoja. Dentro de estos, hay como unas piedritas brillantes. Parece un decorado antiguo, pero muy particular. Definitivamente, podría ponerse en una vitrina para admirarlo.

Al final, todo esto quedo como una mera decoración, pues la daga permanece dentro de mi cartera, la cual cae al suelo, mientras estoy besando al demonio que pretendía lastimar. No creo que pueda usarla en defensa propia, pues ni siquiera la tengo cerca. Solo espero que todos mis miedos se disipen y, en realidad, pueda confiar en las palabras de Cainán.

Mi espalda cae en el colchón mientras nuestras bocas se siguen moviendo y el ser de mis fantasías se sube sobre mí. Su buen cuerpo me aplasta, entonces quedo rodeada por sus fuertes brazos.

—Cainán... —gimo mientras me toca por sobre mi ropa—. Espera, yo...

—¿Qué? —se queja, entonces descubro que es B.

Me quedo tildada un segundo.

—Tenemos que hablar —murmuro.

—Pero ya hablamos, íbamos a hacer estupideces —refiriéndose a nuestra anterior conversación—. ¿Qué más quieres charlar o lo dices porque te diste cuenta de que soy yo? —Bufa.

—No es por eso. —Refunfuño—. No es un problema, los amigos con derechos existen, tenemos que hablar de cosas importantes.

—¿Cómo los preservativos? —hace la pregunta en tono de burla—. No los necesitamos.

—¡No vas a meter nada extraño entre mis piernas! —advierto.

Se carcajea.

—¿Y qué iba a meter según tú?

—No lo sé, si de tu boca salen bichos, seguro de tu miembro sale algo peor.

Hace otra carcajada todavía más fuerte y se burla:

—Bueno, no estás tan alejada, pero un misero plástico no te va a servir para detenerme.

—¿Y entonces? —Enarco una ceja.

—¿Cómo que entonces? —Levanta la cabeza a mirarme, pues se mantenía en el hueco de mi cuello mientras me respondía.

—Sí, ¿qué vas a utilizar para que no me infecte de nada extraño?

—Adara, ¿en serio vamos a hablar de esto? —expresa, desconcertado.

—Pues no me tranquiliza si no lo hablamos.

Se aparta de sobre mí, entonces se sienta a mi lado y yo me inclino para ponerme en su misma posición, mientras me quito los zapatos, para demostrar que no me iré, pero una mujer segura de sí misma, tiene que tener prioridades, esto no va a ser así sin más, necesito seguridad para mi salud.

—Bien, hablemos —expresa, resignado, entonces hace lo mismo, se saca su calzado, luego gira su cara a sonreírme—. ¿Qué quieres saber?

Suspiro, cansada.

—Cuando me mostraste tu verdadera forma, me preguntaste si era estéril, luego el día que estuve en la tina del clan Mareum, olvidaste por completo aquello y dijiste que te comerías a mis retoños.

Tú y yo paranormalDonde viven las historias. Descúbrelo ahora