Capítulo 24

1.2K 135 15
                                    

La cordura a veces es solo un impedimento a la felicidad. 

Segundo día en este reclusorio. Ayer me sedaron cuando empecé a gritarle unas cuantas palabrotas a la doctora Nancy.

Ahora sigo recostada en este frío pedazo de metal, estoy despierta, con los ojos bien abiertos y expectantes. Tengo las muñecas y los tobillos sujetados con cintos bastante apretados, que creo que mis cicatrices volverán a abrirse, sin embargo, me quedo en silencio, sin sollozar, sin quejas. Solo aguantando esta estúpida tortura.

Trato de regularizar mi respiración, contando los segundos que tardo en inhalar y exhalar bocanadas de aire. Ahora, justo ahora, no tengo ningún miedo; solo tengo rabia que necesito descargar en algo...o en alguien.

La puerta se abre y mis ojos se disparan a esa dirección.  

Es un enfermero.

-Buenos días -saluda articulando las palabras con mucha exageración.

"Genial, otro idiota que me trata como loca".

Se acerca con pequeños pasos hacia mí, controla mi pulso y mi temperatura corporal. Luego saca una pastilla de su bolsillo y agarra el vaso con agua que se encuentra en la mesa de noche.

-Bebe esto y luego te soltaremos -dice.

Es un hombre bastante atractivo. Hasta podría decirse que es muy joven, de unos diecisiete o dieciocho años. Tiene unos ojos oscuros como su cabello y su piel tiene un ligero color canela. Su cabello es bastante corto y se nota a leguas que hace ejercicio.

Acerca la pastilla a mi boca. Esta es mi única opción, o no me dejarán salir nunca. Abro la boca y él deposita allí la pastilla, y lentamente acerca el vaso con agua a mis labios, y doy pequeños sorbos mientras no despego la mirada de él.

Hay que ser cautelosos, cualquier paso en falso y estás perdida.

Con mucha delicadeza suelta mis tobillos y luego mis muñecas, que con bastante suavidad friega con sus manos. 

-Estás bien? -me pregunta.

Lo miro con cautela y puedo ver en sus ojos una pizca de preocupación.

-Quién eres? -pregunto, ignorando su pregunta anterior.

Él sonríe y sus ojos se enchinan. Es muy tierno.

-Mi nombre es Fabrizzio -se presenta- Soy pasante en este lugar. Y pues, me ha tocado ser tu enfermero -me informa

Asiento con la cabeza.

-Eres demasiado joven -espeto, y al instante me doy cuanta de lo ridículo que sonó eso en mis labios -Yo soy Yoselyn.

Él sonríe aún más y me es imposible no admirar su belleza.

-Un gusto conocerla, señorita Yoselyn -espeta mientras sostiene mi mano y la lleva hasta sus labios.

Me estremezco al instante.

-Gracias -susurro de una manera inaudible.

Suelta mi mano y me observa determinadamente, escaneando todo mi rostro.

-Pensé que trabajar en un lugar así sería una tortura -espeta -Pero con señoritas como usted, puedo decir que definitivamente, no está nada mal -me sonríe y sin querer hacerlo me ruborizo.

Desvío la mirada instintivamente para no toparme con sus oscuros ojos.

-Ya puedo salir? -pregunto, aún sin mirarlo.

-Por supuesto, perdón por retenerla aquí.

Me levanto rápidamente y dando grandes zancadas salgo por la puerta. 

MI BOSQUEWhere stories live. Discover now