Capítulo 32

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La espera tiene sus frutos, dicen. Aunque a veces sean frutos podridos.

Tengo la sensación de que ya me he perdido en esos intensos ojos verdes, en ese torso acogedor y en esos brazos definidos. 

Tengo la sensación de que lo conozco desde mucho antes de conocerme a mí misma.

Sus ojos penetrantes escanean los míos y puedo ver como se cristalizan ante mi respuesta. Veo en ellos dolor, pero de igual manera emoción y esperanzas, y... qué es eso? 

Amor? Será que sus ojos mienten o simplemente me estoy divagando?

Veo galaxias enteras en una sola de sus miradas y me encanta la manera en que sus labios se quedan medio abiertos mientras respira frenéticamente. Su mandíbula marcada y sus pómulos resaltantes. Su nariz respingada y la manera en la que su cabellos castaño cae en mechones sobre su frente. Es perturbador observarlo tanto y no tocarlo. Aquí se utilizada el famoso dicho "Se mira, pero no se toca". Es irritante.

Ni siquiera sé quien es y ya me estoy conteniendo las ganas de llenarlo de besos. Algo dentro de mí me dice que él es especial. Por la forma en la que mi ritmo cardíaco aumentó así nada más y mi respiración se volvió más agitada y como no... todo el vello de mi cuerpo se erizó con el simple contacto visual, que por cierto, está durando una eternidad.

Veo que está a punto de soltar una lágrima pero rápidamente lo reprime.

-P,pero... -ahora es él quien tartamudea -Recuerdas todo lo que pasamos juntos?

Su mirada se vuelve triste pero llena de súplica, sin embargo, se desvanecen cuando niego con la cabeza y su ojos se llenan de dolor al instante.

-Qué le han hecho? -susurra el chico para sí mismo.

Con ver su rostro hasta a mí me dan ganas de llorar. Se ve tan bueno, pero tan frágil de lastimar. Aunque su físico puede ser intimidante, realmente es una persona sensible. Sus lágrimas me lo confirman. 

Me acerco a él, cerrando el espacio que hay entre nosotros y cuando estoy justo frente a él, abre lo ojos con ternura para observarme.

-Estás bien? -le pregunto.

Abre los ojos como platos pero sonríe a pesar de todo.

Santo cielo! Es la sonrisa más preciosa que haya visto.

-Me preguntas a mí? -dice con sarcasmo -Yo no importo aquí. Tú eres la importante. Tú eres mi prioridad. 

Lo dice con tanta seguridad que le creo, completamente. Aunque no de forma tan ilusa. 

-Yo... -empiezo, pero nunca pude terminar la frase por culpa de una voz que me interrumpe hacia atrás.

-Llévense a esa enferma! -exclama una voz femenina bastante autoritaria. 

Sin ni siquiera voltear a verla, sé que es la doctora Nancy quien habla.

"Maldita arrogante".

Los enfermeros se me acercan junto con la doctora, sin embargo, mis ojos nunca se despegan de los del chico. Su mirada se intensifica en lo que yo diría que parece rabia. Presiona sus puños con fuerza hasta que sus nudillos están blancos por la presión. Tiene su hermosa mandíbula apretada, evidentemente tratando de controlar sus impulsos.

La doctora me sujeta del brazo con mucha fuerza y yo hago una mueca de dolor. 

El chico al ver mi rostro, se apresura y agarra el brazo de la doctora, justamente con la que me tiene sostenida.

-No la toque. -espeta en advertencia.

Su voz intimidaría a cualquiera, y lo dijo con tanta seguridad y rabia acumulada que creería que en serio la golpearía si no me suelta, o peor aún, que la mataría si no aleja sus esculpidas manos de mí.

-No estás en el derecho de amenazarme, Jaden -le advierte la doctora mirando como él la agarra.

Jaden... Siempre supe su nombre, aunque estuvo oculto en la profundidad de mi mente. Ahora las cosas empiezan a tener sentido. Yo lo conozco.

-Es usted quien no está en condiciones de amenazarme. -le desafía Jaden.

Puedo sentir como presiona con más fuerza el brazo de la doctora y entro en pánico. No puedo permitir que él se meta en un lío por mi culpa. 

Siempre he sido tan protectora? Espero que sí...

-Jaden... -encuentro sus ojos chispeando en rabia -Tranquilo.

Veo como se sobresalta un poco ante mis palabras, al darse cuenta que he pronunciado su nombre. Sus ojos se llenan de emoción pero solo dura un instante hasta que la rabia se le vuelve a inyectar. 

"Que terco eres, Jaden".

-No dejaré que te hagan daño. -clava intensamente sus ojos en los míos -Ya no.

Es increíble lo rápido que suceden los hechos. En solo un segundo, sin siquiera poder detenerme a pensarlo, siento un pinchazo en el cuello y la consciencia se me torna borrosa. 

Caigo al suelo mientras veo a Jaden abalanzarse sobre la doctora y algunos enfermeros tratan de sujetarlo.

Mi cabeza choca con fuerza sobre el frío suelo y mientras ellos pelean por mí, mis ojos se van cerrando, intentando sumergirme en la absoluta oscuridad.

-Sáquenlo de aquí! -escucho gritar a una mujer.

-No podrás separarme de ella por siempre! -grita Jaden -No podrás!

Y eso es lo último que logro escuchar antes de caer a ese horrible abismo de impotencia y oscuridad.

La oscuridad no es tan mala después de todo. Es reconfortante y protectora. Me acoge de los problemas y lo mejor de todo es que con solo cerrar los ojos ya la puedo encontrar. 

La pesadilla es la misma, pero ahora duele más, porque ya lo vi, sé quien es él, y sé que el me quiere. No puedo verlo sufrir de esa manera y lo peor de todo es que no puedo despertar de este absurdo y torturador sueño. Es realmente horrible, ni siquiera dormida lo puedo soportar. Es que parece tan real, tan doloroso, tan inhumano.

-Yos... -escucho un susurro retumbar en mi mente -Despierta.

Los párpados me pesan como toneladas, pero me obligo a despertar.

-Yos... -vuelve a susurrar.

Abro los ojos y ahí está él. Jaden.

Tan perfecto, tan protector, tan él.

Gimo un poco por el sueño, pero logro estar bien despierta al par de unos segundos.

-Jaden... Qué haces aquí? -pregunto con ronca.

Para mi sorpresa él sonríe e inmediatamente acuna mi rostro en sus manos.

-Una vez te prometí que te sacaría de aquí, lo recuerdas? -me pregunta sin dejar de sonreír.

Realmente no lo recuerdo, pero en ese instante las palabras se escuchan en mi mente.

"Te prometo que te sacaré de allí".

"No hagas promesas que no podrás cumplir".

Me limito a mirarlo y su sonrisa es tan esplendorosa y llena de esperanzas que me es inevitable sonreír también. 

Finalmente asiento.

-Preciosa -dice, pero se ruboriza al instante. Tengo la sensación de que nunca me ha calificado con ese adjetivo -Yo siempre cumplo mis promesas.








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