10. CONFESIONES

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Ahora mismo nos encontrábamos en el coche de Mery, de vuelta a casa.

Mery se había comprado un mono parecido al mío pero en negro junto con unos tacones del mismo color.

Nada más llegar, subimos todas las bolsas al cuarto de Mery y después bajamos a cenar. La madre de Mery se encontraba en el salón viendo la televisión. Nos dejó la cena encima de la mesa.

Había sándwich. Estaban muy buenos. Belén y Mery, como madre e hija que son, tienen un don especial para la cocina. Sobretodo en la repostería.

Probabas un pequeño trozo de pastel echo por las chicas Sanders y era como tocar el paraíso con tus propias manos.

Y no exagero.

Seguidamente de cenar, subimos al cuarto de mi mejor amiga. Nos pusimos el pijama y empezamos a ver una película cuando Belén irrumpió en la habitación.

–Chicas, hoy me toca el turno de noche más algo de la tarde– soltó un suspiro– pasarlo bien. No comáis muchas chucherías– dijo guiñándonos un ojo.

Después salió de la habitación y seguimos viendo la película. A la media hora alguien picó a la puerta. Ambas nos miramos con los ojos abiertos de par en par.

Bajamos las escaleras lo más sigilosas que podíamos ser. El timbre seguía sonando sin parar.

Mi mejor amiga se acercó a la puerta. Tocó el pomo y poco a poco fue abriendo la puerta pero la persona que estaba fuera la empujó haciendo que Mery gritara y saliera corriendo. Chocó conmigo y ambas caímos al suelo haciendo que yo pegara un grito pero no de miedo, si no de dolor.

Me había dado con toda la cabeza en el suelo. Por desgracia, a Belén no le van las alfombras.

Levanté como pude la cabeza para ver quien estaba en la puerta... Mejor dicho, quienes. Dos personajes se estaban retorciendo de la risa. Los fulminé con la mirada y seguidamente miré a Mery.

Esta estaba sentada a mi lado echando humo por las orejas.

–¡¿Pero qué problema tenéis?!– gritó mi mejor amiga furiosa.

Me fijé en que estos dos simios tenían unas caretas de la muerte en las manos. Yo seguía mirando la escena callada.

–Ninguno– dijeron los dos a la vez y volvieron a reír.

–Dormir con un ojo abierto– dijo Mery cruzándose de brazos frustrada.

–Anda, si se que me amas– dijo Adam ayudándole a levantarse del suelo.

Volví a mirar a César quien estaba en frente de mi con la mano tendida.

–¿Debería?– dije molesta. Él asintió frunciendo los labios para evitar escapar una carcajada.

Solté un suspiro y acepté su mano. Al levantarme un fuerte dolor atacó mi cabeza. Me dolía a morir. Hice una mueca pero la oculte sonriendo.

–Rubiaa– dijo Adam dándome un abrazo.

Pasé de preguntar qué hacían aquí ya que estaba claro. Mery sabía que su madre trabajaba y decidió invitar a los chicos para que pasaran la noche aquí.

No hacía falta ser dotado para darse cuenta. Además, soy la mejor amiga de Mery Sanders.. ¿Cómo no conocerla?

Subimos a la habitación y me tiré en la cama como si hubiera muerto. Di al play de la película y seguí viéndola y comiendo palomitas.

–¿No nos esperes Blake?– dijo Mery con ironía tirándose a mi lado. La miré unos segundos y después reí.

Los chicos se acomodaron y se sentaron en el suelo, a los pies de la cama.

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