27. SOBRES AMARILLOS

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(Información de la foto al final del capítulo)

Eché una última mirada a la casa en la que había vivido casi 18 años... Ya solo quedaban muebles y algún que otro espejo... Por mi mente pasaron un montón de recuerdos en cada parte de la casa. Echaré de menos no vivir aquí. Lo bueno es que podremos venir siempre y cuando queramos.

– ¿Vamos? – preguntó mi padre entrando por la puerta principal.

Asentí lentamente mientras daba un último vistazo. Entramos al coche y emprendimos el camino a casa.

Ayer había sido el juicio de aquel secuestro. La volví a ver, a la mierda de persona que me había jodido bastante. Su mirada no se movía. Solo me miraba a mi. Cada poco me daba un escalofrío solo porque su vista no se movía.

Al final, Elena irá a la cárcel durante 2 años. Ahora estaré tranquila... Mas o menos.

– Oye, hija – llamó mi atención – ¿Cuándo te mandan al campamento?

– Dentro de tres días – dije soltando un suspiro – Se me va a hacer eterno...

– O no... Conocerás a gente de tu edad.

– Problemáticos, papá...

– No seas negativa.

– No lo soy. Es la realidad – le dije cruzándome de brazos.

Y lo peor de todo. Son tres semanas. Tres semanas atrapada en un lugar con gente desconocida. Agh.

– Cambiando de tema... ¿Cuando celebraréis la boda? – pregunté sacando mi móvil y mirando la hora.

– Cuando vuelvas del campamento. Para entonces todo estará organizado – dijo parando el coche – Cuando tengas todo organizado, podrás salir.

– Está bien – dije saliendo del coche y dirigiéndome al interior de la casa.

– Otra cosa, Sara – dijo mi padre a mis espaldas.

– Dime – giré un poco la cabeza.

– Hay una chica, Inés. Ella se encargará de cocinar, limpiar y todo lo demás. Luego esta Miguel. Él se encarga de nuestra seguridad y de llevaros en coche a donde queráis – dijo cargando una caja que había en el maletero.

Raro. Esa caja no quiso que la llevaran en el camión...

– Vale. Haber si los veo – dije volviendo a emprender mi camino.

Subí hasta mi habitación. Afuera de esta, había un chico posando cajas.

Cuando me vio, dejó de trabajar para mirarme de arriba a abajo.

– Vaya vaya. Me esperaba otra cosa – dijo cuando llegué a su altura.

– ¿Perdona? – dije frunciendo el ceño.

– Nada, nada – contestó aguantando la risa. Rodé los ojos – ¿Quieres que te ayuda a meter las cajas?

– No, gracias. Puedo sola – dije cogiendo una caja y llevándola al interior de mi cuarto.

Notaba como me seguía con la mirada.

– Ya te puedes ir, eh – dije posando una caja encima de la cama.

InvisibleWhere stories live. Discover now