35. OYE, CRISTINA

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Entré en mi cabaña y cerré la puerta a mis espaldas.

— Escucha, rubita — dijo Cristina nada más darme la vuelta.

— ¿Por qué todo el mundo se empeña hoy en llamarme así? — pregunté elevando las cejas.

— No me importa — dijo — Abre los oídos porque solo lo voy a decir una vez, ¿entendiste?

— ¿Al menos podré sentarme? — se apartó para que lo hiciera — Gracias — dije sonriendo exageradamente.

— El favor... Bueno, será la semana que viene, específicamente el martes.

— ¿El primer día que lleguemos? — me asesinó con la mirada — Perdona por querer entenderlo bien, jefa — añadí irónicamente.

— Como iba diciendo — hizo una pequeña pausa — Tendremos que salir de allí sin que nadie nos vea. No te preocupes por eso, a donde vamos a ir solo hay una reja que podremos saltar — dijo rápidamente.

Como si eso me ayudara. Y... ¿cómo sabe ella eso?

Volvió a hablar — A las once de la noche tenemos que estar en New York.

— Es una hora en coche.

— Si, ya lo sé, por eso iremos a las 10. ¡Y cállate ya! — soltó un suspiro — Si todo va bien volveremos al amanecer.

— ¿Si todo va bien? — repetí la frase remarcando cada palabra — ¿Y qué pasa si no sale así?

— No quieras saberlo — negó — Tú solo vístete con poca ropa. Que parezca que te va el rollo fiesta y todo eso — dijo haciendo aspavientos con las manos.

— ¿Cómo tú? — ella asintió pero no debió de darse cuenta de que eso no era un cumplido — No me gusta por donde va esto. No se porqué acepté.

— Porque al fin y al cabo eres mi hermanastra y vamos a tener otra en común — eso me recordó a que debería de llamar a mi padre — Y las hermanas se hacen favores y se ayudan ¿o no?

— Vas a preguntar a la perdona menos indicada — elevé una ceja — Pero sí, tienes razón.

— Pues eso. No falles o te arranco las orejas — entonces se fue por la puerta.

— Vaya ánimos que me das, hija. Para animadora deberías ir — dije aun sabiendo que no me iba escuchar.

Me tumbé en la cama. Cogí mi móvil de la mesita de noche y llamé a mi padre. Al tercer pitido lo cogió.

¡Sara, hija mía! ¿Cómo estás? — dijo nada más conectar la línea.

Se le notaba contento y feliz. Eso me gustaba.

— Muy bien papá, ¿y tú?

Muy bien también — contestó.

— ¿Y qué tal Katy? ¿Cómo lleva el embarazo?

Lo lleva pasando algo mal pero dentro de nada estará bien. Son todo síntomas.

Bueno... ¿Ya saben qué va a ser? — pregunté ilusionada.

En parte quería que fuera una chica pero también me gustaría tener un hermanito.

Un unicornio, Sara — dijo a lo que reí.

— Muy bien, papá. Así podré cabalgar sobre él por el arco iris — rodé los ojos.

InvisibleOpowieści tętniące życiem. Odkryj je teraz