56. ¡ES UN DECIR!

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Comencé gateando por el conducto a la vez que sentía que todo el polvo se pegaba a mi ropa como un imán potente.

El espacio se iba estrechando hasta el punto en el que tuve que arrastrarme.

Hacía ruido y evitaba no hacerlo, pero me era imposible. Estaba entre metal hueco.

Seguí mi camino hasta que el conducto se dividía en dos partes. ¿Derecha o izquierda?

Tomé la derecha al alzar y así hice en los dos siguientes desvíos pensando que así podría llegar a alguna parte segura.

Pero no fue así.

Llegué hasta la mitad de un conduzco el cual se iba ensanchando poco a poco.

Miré abajo y había unas rendijas que daban a una sala. Estaba vacía, y sin embargo, esperé a ver si alguien entraba. Como por arte de magia, cinco personas aparecieron en mi campo de vista.

Y deseé que no lo hubieran hecho.

Elena iba seguida de los cuatro discípulos de la última vez. El rubio joven, la mujer de los tatuajes, el hombre que también llevaba tatuajes y el otro chico que había oído en aquella sala pero que no había visto. Llevaba el pelo negro recogido en una coleta. Vestía del mismo color de su pelo y caminaba con un aire amenazador que hacía querer esconderse bajo una piedra y no volver a salir.

– Cierra la puerta – le dijo a este e hizo lo que le ordenó, sin rodeos.

Aguanté la respiración. Estaba segura de que a pesar de ser los secuaces de Elena le tenían miedo.

– ¿Qué pasa? – preguntó la chica la cual llevaba un vestido rojo ajustado, dejando ver todos los tatuajes que tenía en sus brazos.

Iba muy bien pintada y parecía que venía de una fiesta. Lo mismo pasaba con su compañero con el que estaba muy acaramelada. Este vestía con un esmoquin y la corbata desatada.

Él único que vestía normal era el rubio. Llevaba una sudadera verde oscura con la capucha puesta y unos vaqueros azules. Parecía que le habían despertado de su sueño y que le habían traído arrastras.

Elena se cruzó de brazos y miró al suelo mientras meditaba qué iba a decir.

– Esa niña es muy lista – comenzó diciendo – Parece tonta, pero no lo es.

– Vale, perfecto – contestó el joven y todos le miraron – ¿Y de qué nos sirve?

Elena le asesinó con la mirada.

– No vayas de listo, rubito. No tienes ni la mayoría de edad. Ten cuidado – le dijo.

El chico mantuvo la compostura, pero todos notamos que luchaba contra su cuerpo por no temblar.

– Sí, Jefa... Pero puede que haya matado a más gente de la que piensas – habló la chica.

Tuvo contacto visual con el chico durante un buen rato hasta que se dignó a seguir.

– Salir no puede salir. Tengo todas las salidas y entradas vigiladas – hizo una pausa – Pero puede encontrar la forma de hacerlo. Y tenemos que evitarlo.

– Pero acabas de decir que lo tienes todo controlado – intervino el chico de los tatuajes.

– Sí, pero sé lo que digo – hizo una pausa – La he estado observando toda su vida, literalmente. La conozco más que su padre y sé que es capaz de salir...

Esto sonaba a obsesión y me daba todavía más miedo. Como tan bien dice, sabe que soy capaz de escapar... Pero no sé como. Estoy segura de que llevo alrededor de dos horas intentando buscar una salida. Y a saber cuanto desde que me cogieron...

Solo sabía que se me acababa el tiempo.

Los cuatro la miraban como a un bicho raro.

– ¿Que os pica? – preguntó Elena viendo que todos le miraban de tal forma.

– Es que... No sabemos lo que quieres decir – habló él del pelo negro.

La mujer gruñó a punto de entrar en un ataque de nervios. Y ojalá, así fuese y hubiera una distracción.

– Puede que las salidas estén bloqueadas pero puede salir por una ventana.

– Las ventanas de la primera y segunda planta no se abren – habló el chico tatuado y Elena soltó un gran suspiro.

– ¡Es un decir! – exclamó.

– Está bien – la chica se puso el pelo tras la oreja – ¿Y qué necesitas que hagamos?

– Que la encontréis – respondió.

– Eso estábamos intentando – dijo el rubio con las manos en los bolsillos de su sudadera. Parecía que lo habían despertado de un bocinazo y por eso tenía ese humor de perros.

– Sí, pero lo hacías junto con los demás. Lo hacíais pensando como esos seres sin cerebro. Por algo sois mi mano derecha, porque sois más eficaces... – miró a cada uno de la sala – ... e inteligentes, aunque no lo parezcáis.

– Wow, gracias por el cumplido – contestó el tatuado.

– Olvídate de cumplidos y comenzar a buscar. Andad con los sentidos bien en alerta y no dejéis ningún lugar sin mirar. Pensar como ella.

– Está bien... ¿Y cómo piensa una chica de 18 años?

Todos miraron al joven.

– No soy una chica.

– Nos da igual.

💙

No puedo ser más feliz. ¡Estoy de vacaciones! 🤪

¿Y vosotros?♥️

InvisibleWhere stories live. Discover now