58. ESTOY LISTA

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Tardé en reaccionar. Incluso creí que era fruto de mi imaginación por el hambre que tenía.

Me acerqué a él y le miré las esposas. No tenía ni idea de como quitárselas sin la llave.

– ¿Qué hago? – le pregunté con apuro, pues me había quedado mirando lo que le retenía allí como si ellas me fuesen a decir algo.

– No sé. Busca unos alicates o algo – le miré sin ningún gesto en la cara.

– ¿Dónde encuentro algo así?

– Seguro que hay algo ahí afuera. Esta todo lleno de cosas y apuesto a que hay algo para poder sacarme de aquí – agitó las esposas.

Aquella situación era muy extraña. De hecho, ya no le podía mirar con los ojos con los que le miraba antes.

Todo se había vuelto más... tenso y raro.

Miré a mi alrededor en busca de algo pero me paré en seco.

– ¿Cómo sé que no eres una trampa? – pregunté y seguido miré a la puerta temiendo que alguien me estuviera esperando de brazos cruzados.

Mi corazón volvió a su sitio cuando me di cuenta de que no había nadie, solo él y yo.

Javi puso los ojos en blanco. Le sangraba la ceja y se le había manchado la camiseta.

– ¿Acaso crees que no te habría hecho una seña para avisarte?

– No hace falta si estás de parte de ellos – bajé la voz.

– ¡¿Cómo lo voy a estar?!

– ¡Se trata de tu madre! ¡Es la que lleva todo esto! – tragué duro – ¿Cómo no la vas a apoyar?

– ¡Pues porque está loca! – exclamó – Está llegando a unos límites peligrosos, Sara. Y como no me saques de aquí ahora mismo ambos acabaremos mal, muy mal.

Respiré hondo. Le creía pero sin embargo, parte de mi decía a gritos que no le ayudase, pues era el hijo de la causante de todo esto y podría ser el cebo.

Quise dejar a un lado esos pensamientos. No tenía tiempo para pensar en los pros y las contras y si lo que decía era verdad, podría llegar a salir sana y salva y junto a mi madre.

Volví a mirar a mi alrededor. No había nada. Solo moho y azulejos sucios.

Pero entonces, se me ocurrió una idea algo absurda, pero igual podría funcionar.

Probé a abrir el grifo haber si salía agua. Milagrosamente había, pero estaba demasiado sucia.

– ¿Qué haces?

– Intentar sacarte de ahí, ¿no lo ves?

A pesar de que daba mucho asco, metí las manos debajo del agua en jarra. Rápido le eché el agua encima procurando que cayese en sus manos.

Él se intento apartar pero no pudo.

– Dios, que asco – dijo mirando su ropa – ¿Qué intentas con eso?

– Prueba a sacar las manos. No tengo mantequilla pero esto igual sirve – me puse las manos en la cintura esperando que aquello funcionara.

Y milagrosamente, lo hizo.

Se sacó las esposas una a una. Sacudió las manos y se puso de pie.

– No esperaba que funcionase – comenté ahora inclinando la cabeza hacia atrás para poder mirarle. Si no fuera porque ha pasado 1 mes desde la última vez que lo vi diría que ha crecido.

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