59. DEMASIADO TARDE

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Subimos las escaleras. No había luz por lo que tropecé más de una vez. Cuando Javi creyó que estábamos en la tercera planta abrió la puerta pero enseguida la cerró.

Iba a hablar cuando me tapó la boca y a través de la oscuridad pude ver como negaba.

Se oyeron unos pasos leves y a medida que pasaban los segundos se fueron alejando.

– Esto va a ser un suicidio – susurró a la vez que me quitaba la mano de la boca.

– No nos vamos a echar atrás. Prefiero morir en el intento a irme sin ellos – dije y se estableció un corto silencio entre ambos.

– Esta bien – hizo una pausa – Correremos por el pasillo, giraremos a la derecha, luego a la izquierda y de nuevo a la derecha. Si estoy en lo cierto llegaremos a un pasillo más estrecho de lo normal. Ahí hay una puerta con un cristal y detrás de ella están tu madre y ese tal Dylan.

– ¿Cómo estás tan seguro? – pregunté hablando lo más bajo que podía.

– Antes de llevarme abajo me ataron ahí. Es una habitación sin ventanas ni nada. La única puerta que tiene ese cuarto es diferente a las demás. Tiene tres cerrojos y es de metal – se volvió hacia la puerta y la abrió un poco – Sería un milagro no cruzarnos con nadie. ¿Llevas algo con lo que defenderte?

Pensé y enseguida me acordé. Toqué el bolsillo trasero de mi pantalón.

– Tengo un destornillador.

– Servirá. Tenlo a mano – me avisó – A la de tres correremos y no te pares. Aparezca quien aparezca, tu sigue corriendo, y si tienes que usar eso úsalo, sin miedo – asentí a pesar de que no miraba – Una, dos, tres.

Salió corriendo y yo detrás. No me dio tiempo a ver mucho. Los pasillos eran iguales a los de la planta en la que estaba antes pero tenían más iluminación. Recorrimos el primer pasillo sin encontrarnos a nadie y el segundo de la misma manera pero no fue lo mismo en el tercer pasillo. Al fondo, al lado de la puerta de metal gris había dos hombres de unos 30 años con un exceso de músculos. Se percataron de nuestra presencia y se giraron hacia nosotros.

– ¡No te pares!

No tardaron en descubrir quienes éramos.

– ¡Están aquí! – gritó uno de ellos.

Ahora las piernas me temblaban. Estábamos a 20 metros de ellos.

15.

Espera, ¿eso es un arma?

10.

¡¿Por qué nos apuntan?!

5.

No tenía ni idea de lo que íbamos a hacer. ¿Luchar contra ellos? Estaba claro quien iba a ganar y además, no me apetecía recibir un tiro en la cabeza.

Por lo que pude ver, la idea de Javi era pésima. Cuando estaba a tan solo un metro de aquellas dos personas saltó encima de uno de ellos y como consecuencia cayeron al suelo. Desvió el arma y se oyó un disparo el cual penetró en la pared.

El otro hombre que había quedado de pie les apuntó a ambos y para evitar que el chico acabara mal salté encima del otro hombre. No caímos porque mi peso no era suficiente comparado con el suyo pero conseguí dejar que le apuntase. Iba a clavarle el destornillador en la espalda cuando me tiró al suelo.

Puse una mueca de dolor y enseguida me di cuenta que estaba vez me apuntaba a mi.

Fui rápida y reaccioné. Apunté la herramienta hacia él y la lancé. Esta dio en su pecho y soltó el arma.

InvisibleWhere stories live. Discover now