23. HA VUELTO

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Me di la vuelta para ver quien había tirado de mi. Entonces, quien tenía en frente, aprovechó y me cogió para bailar.

– ¿Pero que haces? Ni se te ocurra volver a besarme – le dije advirtiéndolo.

– No te preocupes lindura. Eso fue antes – dijo mirándome sonriendo.

Miré hacia atrás para buscar a César y lo vi bailando con una melena morena.

Cristina, como no.

Hubo un momento en el que César y yo coincidimos la mirada pero por culpa de Marcos que volvió a tirar de mi hizo que perdiera el contacto visual.

– Marcos...

– ¿Algún problema? – preguntó juntándome más con él.

– Si. La cercanía – dije sonriendo falsamente.

– Oh. Si a mi no me molesta. Además. Soy mucho mejor que tu noviecito – dijo haciendo una mueca – Soy más guapo, listo, divertido...

Rodé los ojos. Me estaba agobiando.

Por favor, que venga un ángel y me saqué de aquí.

Entonces fue cuando Marcos se separó bruscamente de mi porque alguien le empujó.

– Ella es mía – le dijo a Marcos señalándose para después cogerme y alejarme de allí.

– ¡Gracias! – dije saltando sobre él – Eres mi ángel – dije abrazándolo como un koala.

– ¿Un ángel? Por favor, rubia. Soy tu mejor amigo – dijo guiñándome un ojo.

Cuando llegamos a la mesa me bajó. Después de unos segundos, llegaron Mery agarrada a César.

– ¿Somos los mejores o no? – dijo Mery señalándose a si misma – Ha sido mi idea – añadió rápidamente.

Adam levantó ambas manos en signo de inocencia.

– Te he salvado. Vale. Pero yo quería bailar – dijo mi mejor amigo haciendo un puchero.

– ¿Y quien te quita de hacerlo? – pregunté arqueando una ceja.

Entonces, todos los presentes nos fuimos a la pista a bailar. Entre risas, coreografías improvisadas y los movimientos de cadera de Adam, el tiempo voló. Puede que haya sido una de las mejores noche de mi vida, sin contar ciertos... momentos.

*César*

Un ruido fuerte hizo que abriera los ojos. El agudo sonido siguió sonando.

Miré a mi derecha y vi como mi móvil vibraba a la vez que la pantalla se iluminaba. Pude leer "mamá" en esta última.

Me senté en la cama y cogí la llamada.

– Hijo, hijo. ¿Estás bien? – preguntó ella ¿asustada?

– Si – respondí – ¿Por qué la pregunta?

Entonces fue cuando hubo un silencio de unos 10 segundos.

– ¿Mamá?

– César... Tu padre ha vuelto.

Abrí los ojos como platos. Era imposible.

Me levanté de la cama y rápidamente salí de la habitación cerrando suavemente la puerta a mis espaldas.

– Lo vi hace unos minutos por la ventana del hotel. Estaba cogiendo un taxi – dijo nerviosa – Llevaba una maleta...

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