*Prefacio:

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"Divino dueño mío, si al tiempo de partirme, tiene mi amante pecho alientos de quejarse, oye mis penas, mira mis males."

—Sor Juana de la Inés

La poca inocencia que restaba en mi alma ennegrecida, estalló hasta quedar reducida a polvo debido a la brillantez de su maravillosa sonrisa de príncipe endemoniado, encadenado a las llamas más ardientes del infierno a las que prometía conducirme con una hipnotizante mirada enrojecida por la naciente pasión de su cuerpo. Aquellas sensaciones me obligaron a que me quedará distanciada de su calor corporal; sin embargo, a pesar de estar a unos poquísimos centímetros de distancia, la presión del atrayente sentimiento de necesidad, era incesante. Evitando envolverme en la fragancia deleitosa de la tersa piel de sus pectorales, miré al suelo. Todo mi ser, era una contradicción. Ansiaba obtener la cercanía de sus manos, pero debía mantenerme a raya si quería conservar la apacibilidad propia de una mujer como yo. Me consumiría en el fango si no tenía en la fortaleza suficiente para luchar contra la bestia que buscaba devorarme a mí. Me quedé de pie, inmóvil, levanté la vista y contemplé su caminata en mi dirección. En medio de la ligera llovizna que mojaba nuestras emociones, buscando deshacer la separación que impedía la conexión de nuestros labios.

Yo intenté frenarme, ya que mis piernas querían avanzar, pero como si el magnetismo se apoderara de cada una de mis articulaciones, también caminé hasta hallarme en frente de él.

—Ocurre algo, mi ChunChun —nos miramos por unos instantes.

Zhou Mi me conocía tan bien, que bastó que me inspeccionara una fracción de según para conocer mi estado anímico. Él quería saber la razón de mi nerviosismo. Apoyando su quijada en la cima de mi cabeza y tomándome por la cintura, nos apegamos mucho más, hasta que quedé acostada contra su pecho de respiración calmada. Ante el silencio, nuevamente, él me volvió a inquirir qué sucedía conmigo.

Suspiré, la rectitud y la fortaleza de sus brazos eran lo que me sostenían en momentos que la inseguridad no me dejaba pensar con claridad. La placidez de su cercanía consternó mis propósitos; no obstante, de improviso, desperté de la fantasía del romance perfecto: tenía que huir lo antes posible. Debía hacerlo para no tener el martirio de sufrir por la ausencia del amante que necesitaba a mi lado.

—Tengo miedo —confesé separándome de él, intempestivamente. No podía permitir que continuara viendo la parte más débil e insegura que me gustaba ocultar. Amarlo me convertía en una mujer sin fuerza—. Es mejor que no sigamos con esto —expresé de pronto. Ni siquiera había planeado acabar de un modo tan abrupto.

—¿De qué diablos estás hablando? —Meneé la cabeza ante la interrogante y sin decirle palabra alguna o detenerme a oír sus objeciones; direccioné mis pasos en sentido contrario y comencé a caminar en medio de pequeño tumulto que se había formado en la avenida.

Prácticamente, corrí con la intención de alejarme lo más posible del engaño de sus manos.

Resultaría siendo conveniente para mis planes a futuro, concluir con las cosas cuanto antes, no quería seguir enamorada o iba a terminar perdiendo la cabeza. Acabaría tan destruida como mi madre, que, por entregarle el corazón al hombre menos apropiado, padeció en extremo a causa de un amor que supuestamente debía regalarle felicidad.

[+18] Y por esa razón terminamos [Finalizada]Where stories live. Discover now