*Capítulo Dieciséis: "Estoy bien"

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Entonces descubrí la atrocidad, proporcional a mi rencor, que cometí sin darme cuenta de la reacción que desencadenaría a futuro

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Entonces descubrí la atrocidad, proporcional a mi rencor, que cometí sin darme cuenta de la reacción que desencadenaría a futuro. La reverberación imperfecta de lo que eduqué, con el concepto de mi idiosincrasia equívoca, durante los trece años más largos de mi vida, se presentó como un ser maléfico recién ascendido del inframundo. ¿Qué había hecho mal para fundar odio en un corazón inmaculado, que solo debía albergar bondad y amor?

Evitar la responsabilidad relativa que me correspondía sobre los sentimientos nocivos nacidos en Yuu, hubiera sido una lucha sin cuartel; una guerra sin fines claros que no obtendría un merecido ganador. A esas alturas tenía que reconocer mis errores, así me sintiera avergonzada de mis pésimas actitudes.

"Bah" —me reclamaron mis emociones, acusadoras principales del gran mal causado con las mentiras que tuvieron como principal propósito: preservar la integridad de la niña.

En la batalla por sepultar el secreto repulsivo de su origen, el número infinito de equivocaciones que perpetré se contaba por centenares. Mi cerebro coincidía en el mismo argumento: "Eres la peor madre del mundo, mereces quemarte en el infierno". Y ya estaba preparando mis cremas bronceadoras para la eternidad ígnea que me esperaba en los dominios del antagonista número uno de la biblia. Nunca ganaría un galardón al reconocimiento por mi labor maternal y no me importaba tener defectos frente a la niña que me llamaba madre con suma amargura. Su opinión no afectaba mi manera de pensar; por más insultos y reclamos que soltara a diestra y siniestra, ella jamás logró hacerme sentir una mínima tristeza, pero, aquel día, cuando había restablecido una porción de mis ganas de vivir, Yūme consiguió resquebrajar mi alma utilizando la sinceridad genuina; traída desde su alma. Bien decía el dicho: "Cría cuervos y te sacarán los ojos". La diferencia era que ese cuervo albino e inocente no sabía la barbaridad que sus labios gritaban llenos de furor. Mis ojos permanecían intactos a sus picotazos certeros; sin embargo, mi corazón a punto de detonar por sus innumerables cables desgastados, fur masticado y escupido hasta convertirlo en un desecho.

— "'¡Qué se muera!".

Necesité un fugaz momento para dilucidar la realidad que me negué a comprender. En esa milésima de segundo supe la magnitud del desacierto que cometí criando a esa adorable criatura. Las palabras ácidas y con pinceladas de rencor cayeron igual a una flecha certera, que acabó con algo más frágil que mi vida. Recibir algo de iluminación divina fue diabólico. Prefería mantener mis ojos vendados por más tiempo; no obstante, era imposible no percatarme del vivaz dolor en Yuu. Continuar cubriendo mis oídos a sus oraciones narradas con odio desmesurado era igual a no querer ver la luz del sol al levantarme por las mañanas.

"Muerte", una combinación de palabras concluyeron el descubrimiento. Había fallado como ser humano y madre.

El tiempo corría lentamente solo cuando le parecía conveniente agrandar la tristeza de una persona decadente y al borde de amarrar con una camisa de fuerza. La desdicha que parecía inagotable como la caída de una cascada, menguó conforme me fui acostumbrando a su ausencia. Mi poderoso amor propio ya no consentía pasarme el día entero lloriqueando como una estúpida sin orgullo. "Las mujeres fuertes actuaban y atacaban a cualquier peligro contra su integridad moral, ellas no se lamentaban peor que una plañidera por perder al hombre de su vida". ¿Cuántas veces había repetido lo misma frase en una sola semana? Caer en el hoyo de la desesperación cada vez que respiraba el aire que traía consigo el inconfundible aroma de su perfume, se convirtió en una costumbre habitual para mi rutina. Bastaba poner un pie en cualquier habitación para recordar los buenos momentos de los que me hizo partícipe. ¿Cómo olvidar a un ser tan importante en un par de meses? Cualquier otra persona, con un poco de buen juicio, habría tomado sus maletas y emigrado a un mejor futuro; sin embargo, no quería dejar correr el pasado y así huyera al fin del mundo, él habría viajado conmigo en cualquiera de mis valijas. El hecho de tenerlo tatuado en el corazón y llevar en mi vientre un hijo suyo no resolvía la ecuación de olvidarlo.

[+18] Y por esa razón terminamos [Finalizada]Where stories live. Discover now