*Capítulo Nueve: "Algo malo Sucede"

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Desperté de un incómodo sueño con un terrible dolor de cabeza, que martillaba mis nervios y los recuerdos que casi siempre me daban los buenos días; además de un punzante malestar que no me permitía ni siquiera respirar

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Desperté de un incómodo sueño con un terrible dolor de cabeza, que martillaba mis nervios y los recuerdos que casi siempre me daban los buenos días; además de un punzante malestar que no me permitía ni siquiera respirar. Con todo ello, soporté la sequedad de mi garganta.

Mis sienes retumbaban sin cesar, al son de una danza invisible que no tenía cuando concluir. Estaba a un segundo de volverme loca si continuaba siendo atacada por una enfermedad de la que no tenía ni el menor conocimiento.

La parte occipital de mi frente no descansaba de los malestares incesantes que me acosaban desde la madrugada, pasada la hora muerta, fue que mi suplicio dio por iniciado. Dentro de mis oídos escuchaba un pitido potente que se agudizaba a medida que el tiempo transcurría, incluso percibía los pasos de pequeños animalitos inexistentes que vagaban por aquel pasaje oscuro. Ese ruido era bastante parecido a escuchar una grabación antigua de un casete en mal estado.

La negrura de mis párpados cerrados se acompañaba con unos puntos rojos fosforescentes que tintineaban igual a las estrellas lejanas del firmamento; y por último, los malditos achaques combinados eran tan agresivos que se extendían hasta mi mandíbula, causando que me costara una barbaridad mantenerla en su postura original.

Una nueva explosión de dolores desencadenados en diferentes lugares de mi cabeza, originó múltiples temblores en todo mi sistema. El malestar persistía indomable, a pesar de mis constantes movimientos de relajación. En realidad, no podía creer que aun recostada siguiera sintiendo fatiga.

Aguantando la presión de diez miel volcanes contenidos, apoyé la mano al lado izquierdo de la cama y busqué a Mimi. Tal vez recostarme en su pecho me daría la paz que ansiaba. Toqué el frío sitio varias veces; al no hallarlo junto a mí, abrí los ojos y observé la parte vacía de la cama en la que horas antes él reposaba.

Me pareció extraño que no estuviera durmiendo; sin embargo, mis dolores eran tan intensos que le resté importancia a su ausencia. Con el más mínimo cambio de postura, mi cabeza volvió a retumbar como un tambor al que acababan de golpear los redobles. Llevé ambas manos a mi rostro y acaricié los lados afectados, antes de girar en dirección a la cómoda junto a mi cama, suspiré. Al visualizar la hora que marcaba el reloj en medio de una neblina de dolor, descubrí que eran las 7:45 a.m.

Mi boca se abrió peor que una palanca mecánica, horrorizada al notar el poco tiempo que me quedaba para preparar múltiples cosas. Faltaban escasos minutos y Yūme debía estar lista para ir a la escuela; no obstante, aún no le preparaba el desayuno.

Mucho más que preocupada, de un salto, bajé de la cama y de inmediato me cubrí los brazos con el camisón color vino que reposaba sobre una silla ubicada frente a la ventana cerrada del dormitorio.

Mientras avanzaba a la puerta con velocidad imparable, un mareo me obligó a apoyar las manos contra la pared más cercana. Desde hace muchos meses venía presentando síntomas extraños que no me dejaban vivir en paz; por falta de tiempo y lo atareado de mi vida cotidiana, todavía no sacaba una cita médica. Yo no veía mi enfermedad como algo primordial y que debía resolverse a la velocidad del rayo. Podía soportar un par de semanas más.

[+18] Y por esa razón terminamos [Finalizada]Where stories live. Discover now