*Capítulo Diez: "Peligra nuestro Amor"

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Era un jueves tranquilo por la tarde, sin duda alguna, resultó un día muy pesado en el trabajo más complicado del mundo —según mi experiencia, yo lo veía de esa forma—

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Era un jueves tranquilo por la tarde, sin duda alguna, resultó un día muy pesado en el trabajo más complicado del mundo —según mi experiencia, yo lo veía de esa forma—. Siempre lo dije, jamás me engañé: los productos farmacéuticos eran demasiado problemáticos para la gente ordenada como yo. A pesar de ello, amaba mi trabajo y nunca lo hubiera cambiado por nada más sencillo. Me gustaba la complicación.

La cálida brisa otoñal que me golpeó las mejillas al salir del edificio, me dejó una paz muy saludable que eliminó mi mal humor, debía admitir que mi manera de ser era horripilante. Me comportaba igual a un demonio, lo admitía; pese a ello, muchas veces tenía la razón al mostrarme tan salvaje. Los fallos de las personas bajo mi vigilancia me sacaban de quicio y me producían dolores de cabeza peor que cualquier otra cosa. Y aunque los reales malestares de mi cuerpo, habían cesado por completo, yo continuaba disgustada por la poca competitividad de las personas a mí alrededor. Odiaba a la gente mediocre que se creía indefensa por no "tener conocimiento suficiente".

Luego de revisar si mis pertenencias dentro del pequeño bolso de mano estaban completas, Mary y yo avanzamos hacia su auto estacionado a unos —muchos— metros más alejados de la entrada. Resguardadas de varios compañeros de trabajo, que recién se integraban a nuestro campo laboral, buscamos el carro de mi mejor amiga detenido en el aparcamiento al aire libre. Algunos de los jóvenes que nos seguían eran nuevos y por lo tanto, debíamos formar una buena relación con ellos. Nosotras éramos sus superiores y teníamos la obligación de enseñarle todo lo referente a lo farmacéutico. Mary era la más simpática entre las personas experimentadas de nuestra rama, por eso, yo no tenía la obligación de orientar a los nuevos. Mi sencilla manera de actuar frente a los demás, me precedía. Ellos conocían mis terribles descomposturas mentales, no soportaba fallos garrafales, ni mucho menos preguntas, que según mi criterio, pudieran ser estúpidas. Los nuevos y yo, seríamos una unión incompatible.

—Señorita Akihito —habló uno de ellos, mientras se posicionaba al lado izquierdo de mi ubicación. Su sola voz, me molestó. De prisa, tomé una profunda respiración. Debía comportarme como una mujer amigable para no hacerle creer a los empleados que tenían una jefa loca—. Hay cosas que todavía no comprendo muy bien —prosiguió en modo de disculpa—. Sabe, no estoy familiarizado con los medicamentos para las alergias. Me gustaría tener asesoría para aprender más rápido —rió con facilidad.

—No te preocupes —dije forzando una sonrisa demasiado hipócrita. Mary me advirtió con anterioridad que no debía enseñarles una mala cara a los nuevos reclutas, porque eso podía afectar su futuro desempeño en el campo abierto—. Con el paso de los días aprenderás a manejar los experimentos que tal vez te parezcan extraños. No desesperes.

—Muchas gracias por sus ánimos, señorita Akihito —solo asentí desganada y apresuré el paso para alejarme de ellos lo más rápido posible. Odiaba que fueran tan apegados a mí —Disculpe —añadió haciendo que me diera media vuelta, imitando una sonrisa de certamen de belleza. Ladeé la cabeza para recibir su pregunta ¡Dios! Odiaba ser tan irreal —Usted cree que podamos ir a tomar algún café para que me explique el trabajo en ciertos aspectos —detrás de él escuché varios murmullos. Eran niños demasiado patéticos al creer que podían ligar conmigo.

[+18] Y por esa razón terminamos [Finalizada]Where stories live. Discover now