*Capítulo Diecinueve: "Verdades rojas"

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—Tengo la ligera sensación de estar escuchar una entonación dulce, intrépida y amada por mi corazón, que está llamándome suplicante; ansiosa de conocer la fecha de mi regreso; sin embargo, dudo mucho que se trate de mi amada

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—Tengo la ligera sensación de estar escuchar una entonación dulce, intrépida y amada por mi corazón, que está llamándome suplicante; ansiosa de conocer la fecha de mi regreso; sin embargo, dudo mucho que se trate de mi amada. Supongo que después de todo, su timbre desesperado debe ser una elaboración perfecta de mi imaginación.

Un sentimiento pasional crecía en mi interior al percibir el aroma floral, que desprendía su cuerpo oceánico blandiéndose sobre nuestra cama matrimonial. Fue una imagen celestial, que me condujo al límite de otro universo, pues oírla gemir mi nombre una y otra vez, mientras sus labios buscaban los míos, no se comparaba con ninguna otra sensación placentera del mundo. Ella me necesitaba para vivir y eso me hacía sentir en el mismo paraíso e incluso antes de rozarla con mis manos manchadas de sangre inocente, supe que ella sería la única cura para la intoxicación de mi maldad, ella y nadie más; pero perder de vista el poco raciocinio que conservaba en su interior un tipo como yo, se volvió una realidad cuando ella cautivó una desconocida emoción, que debía estar muerta y enterrada en el pasado. Y cuando nuestros labios se conectaron para concebir el primer beso, fui convertido en una parte sustancial de su alma.

¿Por qué cuando una persona se encuentra al borde del precipicio cambia en dirección al mal? ¿Por qué tuve que dudar cuando mi corazón se encontraba a minutos de perder su reflejo retratado en otra mitad? La amaba. No, no la amaba, porque el amor no se percibía con tanta fuerza en cada centímetro de mi alma. No era amor. Ella era algo más significativo que una palabra de cuatro letras. Ella vivía saltando en las respiraciones dificultosas de mi cuerpo y por ese mismo deseo enfermizo de proteger lo que me daba vida, destruí algo tan bello. Las personas tienden a ser veleidosas al sufrimiento propio, y yo era el más claro ejemplo. "Uno no sabe lo que tiene hasta que lo pierde" ¿Valía la pena abandonar mi vida perfecta y mi romance de ensueño por mi sed de sangre? ¿Era preferible hacerle creer que nos divorciábamos por otra mujer? Nunca fui el hombre bueno y santo que Hiraku esperaba al final de cada viaje de trabajo y aquel sórdido motivo, siempre nos mantendría en diferentes planos. La pregunta que rondaba mi cabeza después de tantos años era ¿Cómo diablos había acabado así?

No puedo achacarle a ningún maleficio todo lo que me ocurría, ya que siempre las decisiones estuvieron en mis manos. Lo más lamentable de la patética historia forjada por mis temores de adolescente, fue aceptar que el rumbo de mi futuro fue delineado desde el preciso momento en el que arribé a las instalaciones de la organización sin nombre.

Durante la lúgubre época de mi infancia, no destaqué por ser el típico niño que asistía a las fiestas de los muchachitos del barrio y el motivo era muy lógico teniendo en cuenta que prácticamente era mudó. Yo era el mocoso callado del que todos murmuraban a sus espaldas y se reían cuando algo malo le sucedía. Era el niño que al detenerse, darse la vuelta y mirar en una dirección, los demás corrían a esconderse, temían a que tal vez los lastimara por el aura asesina que me rodeaba. La abominación infantil, de los que incluso los adultos se mofaban, se convirtió en un adolescente solitario y cobarde, que casi nunca se salvaba de las golpizas que los jóvenes superiores en inteligencia, fuerza y tamaño le otorgaban, solo por ser distinto a los estereotipos establecidos por la sociedad.

[+18] Y por esa razón terminamos [Finalizada]Where stories live. Discover now