*Capítulo Ocho: "Siempre Mío"

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El repugnante insecto de la duda se removía dentro de mi cabeza, paseando igual a los basiliscos que paseaban por los pasillos de un enorme castillo encantado, echándole veneno a todo lo que le disgustara, despedazando todo lo que pudiera brindarl...

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El repugnante insecto de la duda se removía dentro de mi cabeza, paseando igual a los basiliscos que paseaban por los pasillos de un enorme castillo encantado, echándole veneno a todo lo que le disgustara, despedazando todo lo que pudiera brindarle color a la vida monocromática que llevaba desde el momento en el que mi felicidad se marchitó.

Me sentía perdida en un mundo del que nadie, excepto él, podía rescatarme. Estaba loca o quizá ya no tenía la razón, en resumidas cuentas, mirara por donde mirara, estaba obsesionada con ese hombre. Lo amaba y me dolía demasiado tener tantos sentimientos destinados para él. ¿Cómo era posible amar en esa magnitud? No lo entendía, a pesar de ello, mi corazón solo lo necesitaba a él para cultivar una minúscula chispa de alegría. Nadie más me importaba. Nadie.

La insana sensación que congelaba mi sangre, me obligó a deslindarme del ensueño en el que me hallaba sumergida. Una sensata y tenue voz, sigilosa y conocida encalló a mis oídos, indicándome que despertara para que me encontrara frente a la realidad. Una verdad que tal vez no me agradaría en lo absoluto.

Ascendí los párpados con sigilo, cuidando no hacerlo tan rápido, temerosa de que la maravillosa fantasía imaginada en los rincones pendencieros de mi cerebro, se disolviera más rápido de lo que quería aceptar mi alma. Procurando amoldar la imponente figura trazada en mi entorno, decidí seguir con las ilusiones que mi tristeza concebía en medio de una tormenta perfecta. Con el corazón latiendo desmesurado y de modo irregular, encaré la posibilidad de hallarme sola en la cama que por mucho tiempo compartí al lado de Zhou Mi.

El terror permanecía inmune al creer que todo lo transcurrido horas atrás era una hermosa mentira; pasé los peores segundos calmando mi disparado pensamiento, y cuando mis ojos, cristalizados por las lágrimas, se concentraron en el rostro perfilado y pálido que yacía recostado contra la almohada, parte de mi espíritu regresó a mí. Al observar esos cabellos tan negros como la ébano caer a un lado de sus mejillas y cubrir la mitad de su piel facial, la respiración pausada del individuo que tanto amaba, hizo que la esencia de mi ser se elevara muy alto. Nunca sería sencillo dejar ir al hombre que se convirtió en mi salvación, junto a él aprendí el significado real de amar hasta la muerte. Él me enseñó que acarreaba entregarse por completo a otra persona.

Un nudo se formó en mi corazón al imaginar que él podría marcharse, alejarme de su vida, abandonarme de la peor forma. La sola idea de vivir sin sus labios y el fino tacto de sus manos, hizo que dejara de respirar.

Alejando esos pensamientos mohínos, volví a centrarme en sus rasgos peculiares que casi nunca examinaba con determinación.

Se veía tan apacible durmiendo en posición de reposo, hecho inusual, ya que Zhou Mi siempre dormía perturbado por sus pesadillas nocturnas —claro, si a levantarse sobresaltado y sudando en medio del amanecer se podía llamar dormir—. Descansando en su fuerte brazo extendido, observé con más anhelo sus ojos cerrados, sus perfectos y sonrosados labios asimétricos me seducían a plantarle un beso apasionado. No quise hacerlo; no todavía. Temerosa y contrariada por el sueño que abarcaba mi cuerpo, largué mis dedos para enrollar entre ellos las finas hebras oscuras que caían emanando suntuosidad, cabellos tan tersos y perfumadas como el algodón.

[+18] Y por esa razón terminamos [Finalizada]Donde viven las historias. Descúbrelo ahora