Capítulo 2

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Siempre me jacté de mi mala suerte —aun sabiendo que es algo de lo que nadie se enorgullecería—, pero hasta ahora no he conocido a alguien con el mismo mal agüero. Con el tiempo he aprendido, de alguna u otra forma, a sobrevivir con ella y a hacerla mi aliada. Porque, a pesar de los ridículos problemas que atraigo, siempre encuentro solución. No obstante, de este «nuevo problema» dudo que salga ilesa.

—¿Qué? —aparto el celular de mi oído cuando Anne da otro de sus dramáticos gritos emocionada. Acabo de contarle lo que vi: a Chase entrar en el departamento de al lado, deduciendo que es mi nuevo vecino... a menos que solo esté de paso, cosa que es poco probable.

Escucho un rechinido, lo que me hace suponer que está saltando en su cama, como si fuese una niña pequeña, ¡pobre catre!

—Mierda, mierda, ¡mierda! —grita de nuevo.

—Ya cálmate, ¿quieres? —doy un soplido al aire—. Aún no lo confirmo —digo cortando de golpe su emoción, escucho que deja de saltar y como con un bufido resignado rompe su entusiasmo.

—Bueno... —dice con resignación en su voz— habrá que darles la bienvenida, ¿no?

Doy un gritito ahogado.

—Dime que no estás pensado lo que creo que estás pensando...

Ella ríe con malicia para luego carraspear.

—Iré por dinero. Tú espérame ahí, llegaré con cupcakes —ordena con voz fría.

A veces creo que mi amiga sufre bipolaridad o algo por el estilo, sus cambios de humor dan miedo.

—¿Qué hay con las reglas? ¿Y si lo vemos? —espeto antes de que corte.

—Por favor, Michi —lanza una carcajada burlona—. Las tres reglas solo corren dentro de Jackson... —carraspea— creo. De todos modos, hazme caso y espérame ahí, no te muevas, no te encierres en tu cuarto como una loca y no le digas a nadie más lo que viste. Adiós.

Fin de la llamada. Me quedo viendo la pantalla de mi celular sin poder procesar lo que Anne acaba de decirme, ella dijo ¿qué?

En un par de minutos el timbre suena, es mamá quien abre la puerta y me grita desde el living.

Anne vive a unas pocas cuadras de donde yo vivo, en una pintoresca casa junto a sus padres y su hermano. Me gustaría pensar cómo llegó tan rápido aquí, pero no puedo concretar correctamente algún pensamiento coherente. Me la imagino en su bicicleta rosa, con los cupcakes en el canastillo que cuelga firme del manubrio, volando por los aires hasta el piso 7, pero lo descarto enseguida.

—¡Te buscan, Michi! —oigo gritar a mamá desde la entrada y mientras le ofrece pasar. Salgo de la habitación algo desorientada y clavo mis ojos en los dos cupcakes decorados que Anne trae consigo, luego, la miro a ella: está sonriendo, como una demente.

—Maldición, Anne —gruño. Un escalofrío recorre mi espalda cuando soy consciente de que maldije frente a mamá—. Es decir, no creí que hablaras en serio. —Agarro un cupcake y lo examino; sencillamente, se ven deliciosos—. Eso de presentarse ante los vecinos nuevos no es muy tuyo que digamos...

—Es un riesgo que me atrevo a correr —responde—. Necesito saber que no me has mentido.

Blanqueo mis ojos y le hago un gesto con la cabeza para que salgamos. Al cerrar la puerta detrás de mí, siento que las manos me tiemblan. Actúo como una completa estúpida cuando estoy nerviosa, en serio, la torpeza se convierte en mi peor aliada.

Anne y yo avanzamos lentamente hasta la puerta 121 —la mía es la 122—. Miro de reojo a Anne cuando las dos nos encontramos frente a la puerta de madera blanca. Ya, no creo que deba ser tiempo de describir una estúpida puerta, pero juro que jamás me percaté de lo mal pintada que estaba.

Rompiendo tus reglas ⚡️Versión antigua ⚡️Where stories live. Discover now