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Si estás leyendo esto, posiblemente ya esté muerta.

Oh, Houston, no debería empezar así...

Está bien, está bien.

Si estás leyendo esto, posiblemente estaré muerta en unos minutos más, pues debo admitir que jamás, en mis 17 años de vida, incluso estando en el vientre de mi santísima madre, creí que iba a correr tanto —las clases de gimnasia no cuentan— ni que mis piernas me darían para hacerlo como la reencarnación de Usain Bolt. Mi pecho sube y baja a toda prisa, al tanto que un mareo es el inicio de los problemas.

Busco algún sitio para sentarme y recuperar energías. Lo peor de todo, es que mi malgasto de energía ha sido en vano: Ya es demasiado tarde.

Lo que parecía una mañana normal se convirtió en la carrera más excitante —en el buen sentido de la palabra, claro— de mi vida. Partiendo por mi «relajada» mañana.

Mi día inició con los gritos de mi madre desde el otro lado de mi habitación, golpeando mi puerta con fuerza provocando que despierte más traumatizada que los demás días.

—¡Michi, estás atrasada! —gritó, volviendo a golpear mi puerta.

Me levanté de la cama y me sacudí entera, dando palmaditas a mis mejillas para despertar y asegurarme de que estaba en mis cinco sentidos, y no en una macabra pesadilla. Luego de cerciorarme de que mi paso por el mundo de Morfeo se había agotado, salí de mi habitación al baño para tomar una ducha rápida o, al menos, cepillarme los dientes. Sin embargo, cuando fui a abrir las llaves del grifo descubrí que el agua estaba cortada.

—¿Y el agua? —les pregunté a mis padres, asomándome por el umbral de la puerta del baño.

—A tu padre se le olvidó pagarla —informa mamá desde la cocina—. Solo hay agua del termo.


Un buen inicio de mañana para una buena estudiante en proceso de remediar sus fatídicas notas.

Ni siquiera tomé desayuno dado lo apurada que estaba, así que emprendí mi camino corriendo hacia el paradero y con el estómago vacío. Cuando estaba a media cuadra de llegar, divisando en la lejanía aquella señal que reza «parada de buses», vi cómo el autobús escolar pasaba junto a mí sin detenerse. Volví a correr sin obtener resultados favorables.

Ese fue el inicio de una conspiración del mundo contra mi persona.

De Allek o sus amigos con auto tampoco hubo rastro, así que tuve la necesidad de pedirle a un taxi que me llevase a Jackson, gastando así mi dinero para el almuerzo.

Rompiendo tus reglas ⚡️Versión antigua ⚡️Where stories live. Discover now