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—Michelle Wallas y Fredd Robert.

Chase después de todo habló con el profesor Marshall para intercambiar grupos. Ahora, gracias a él y al haber accedido a una cita, puedo concursar tranquila —bueno, no exageremos— en el grupo donde Chloe Parker no esté. Sé perfectamente que, para entonces, si llego a clasificar, tendré que competir contra ella; no obstante, hasta que no llegue ese momento me estaré preparando mentalmente.

El concurso de deletreo de este año ha cambiado por completo con respecto a los anteriores. Antes, solo se deletreaba y se iba descartando a quienes lo hacían mal; sin embargo, ahora la organización del concurso y la metodología para deletrear y clasificar a las personas son diferentes. Dos competidores deben enfrentarse, cara a cara, de pie tras una especie de podio con un enorme botón rojo, mientras que, el conductor o presentador —como sea que quieran llamarle (yo prefiero llamarlo «el tipo que dicta mi sentencia de muerte»)—, dice la palabra a deletrear. El primero que apriete el botón tiene el turno para deletrear; en caso de que la persona no sepa o se equivoque al hacerlo, le cede el turno al contrincante, y si este lo hace correctamente suma un punto. El primero de los dos que logre obtener tres puntos gana y clasifica para la siguiente ronda. Supongo que este nuevo método es para llamar la atención de las personas, pues es bastante similar a los programas de concursos que dan por cable.

Seamos claros, un típico concurso de deletreo no llama mucho la atención. Aunque tampoco me simpatiza la idea de tomarlo como un concurso de destreza y de astucia, porque siempre habrá algún despistado (como yo) que estará embobado y apretará el botón unos milisegundos después. Ya me he repetido un billón de veces que debo estar con la cabeza bien puesta, dejar de lado todos mis temores y deletrear como si mi vida dependiera de ello.

Avanzo al escenario inhalando y exhalando lentamente para controlar el ritmo agitado de mis pulmones, que están a punto de colapsar. Está de más explicar lo nerviosa que estoy, ¿verdad? Bien, entonces me ahorraré describirles cómo mis piernas parecen un enjambre y apenas logro caminar en línea recta hasta el podio.

Cuando logro —por gracia divina— posicionarme tras él, le lanzo una mirada al chico que tengo en frente (y contra quién debo competir). Él luce tan nervioso como yo, está pálido y sudado, acomoda sus gafas una y otra vez, tanto así que estoy comenzando a pensar que es un tic nervioso. El presentador dice unas palabras que no logro entender del todo por estar viendo al chico.

Como consuelo les diré algo: hice un ensayo previo con Chase y Houston sobre cómo actuar frente al público. Un poco de distensión muscular, música de relajación, un ejercicio mental para conservar la calma en situaciones como estas y mirar a un punto fijo; esos fueron sus consejos. Omitiré la sugerencia final de Chase y no imaginaré al público desnudo porque no tengo el pudor de hacerlo.

—Bien, empecemos —dice el presentador, seguramente luego de presentarnos frente a los jurados con nuestros nombres y el colegio al que representamos—. La primera palabra a deletrear es «insecticida».

Vaya palabra. Gracias por recordarme que me siento como un estúpido insecto en este momento.

Presiono el botón justo antes de que el otro chico lo haga.

—Señorita Wallas... —la palabra se dibuja en mi mente, como si estuviese escribiéndola en ese instante, y deletreo procurando no errar. Al terminar, volteo hacia el conductor, quien revisa si lo que he dicho es correcto o no. Quita su cabeza de la hoja, pega el micrófono a su boca—. Es correcto.

Esbozo una sonrisa estúpida como si el concurso aún no terminara. Tengo el ligero atrevimiento de mirar hacia el público en busca de algún rostro familiar, pero una luz amarillenta apenas me deja ver más allá del escenario y de los cinco jurados que están frente a él.

Rompiendo tus reglas ⚡️Versión antigua ⚡️Where stories live. Discover now