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—Ha sido el concurso más estúpido que he hecho en mi vida, mamá. No me siento feliz, porque Chase se ha dejado ganar —los gritos eufóricos de mamá desde el otro lado del celular parecen no haber escuchado lo último que he dicho—. ¡Mamá! Bah, olvídalo...

—Michi, deberías estar feliz —dice, entre risas—. ¡Has ganado! ¿Qué más quieres?

Chasqueo la lengua mientras frunzo el ceño. ¿Qué más quiero? No me vendría mal si Chase me dijera la verdad y aceptara que se dejó ganar. Pero ya qué más da.

—Nada, vamos saliendo a una feria de libros —le informo—. Dale saludos a papá.

—Cierra tu puerta con llave, antes de salir. ¡Y guarda los premios! Quizás algún resentido quiera entrar a robártelo.

Típico de mamá, sospechando de todos. Dudo mucho que a alguien le interese, de verdad, tener un título como ganador de un concurso de deletreo; supongo, que sí existen personas —"nerds" en su mayoría— que lo quieren, pero dudo mucho que lleguen a tal extremo como para robarlo.

Blanqueo mis ojos.

—Adiós, mamá.

Corto.

Rasco mi cabeza con desesperación y me dejo caer sobre la cama unos momentos. Busco con mis manos el título del concurso y lo tiro al suelo luego de releer lo que tiene escrito. No soy una ganadora, soy alguien a quien dejaron ganar, esa es la inconfundible verdad.

Después de arreglarme para salir, bajo hasta el casino, donde el profesor Marshall y Chase me esperan. Él último de los dos no me ha dirigido la palabra, ha de ser porque ayer, cuando volvimos al hotel, le hice una señal amenazante. Claro, siendo Chase como es, lo único que hizo fue reírse de mi singular gesto.

—Ya estás aquí. Bien, vamos.

El profesor Marshall nos guía hasta la salida del hotel, donde un furgón gris nos espera. Soy la primera en subir, luego Chase, quien se sienta a mi lado, y por último el viejo Marshall.

Cierra la puerta y el conductor del furgón enciende el motor.

—¿Qué ocurre entre ustedes dos? —curiosea el profesor. Chase y yo nos miramos, pero soy la primera en evitar nuestro encuentro—. Un día están muy juntitos y otro no se quieren ni ver —resopla—. Los jóvenes de hoy...

Entre los divagues del profesor y el taco del mediodía en Los Ángeles, llegamos a la feria con buen ánimo. Nos bajamos de la camioneta solo para sentir un calor azotador sobre nuestras cabezas y un montón de personas transitando el pasillo largo de puestos con libros. A simple vista puedo ver que hay demasiadas personas para ser una feria simple. También hay más stands de los que pude imaginarme en mis más íntimos sueños. Aquí se nota la diferencia que existe entre Los Ángeles y nuestra ciudad natal. Y lo mejor de todo, es que son libros que se pueden comprar a un precio menor que en las librerías.

Doy unos saltitos en mi puesto mientras aplaudo como un mono de circo.

—Y así fue como Michi encontró su hábitat natural —comenta Chase, imitando a los narradores que relatan la vida en Animal Planet.

Le doy un codazo en el brazo que lo hace quejarse.

—Nos encontramos aquí en hora y media, chicos —nos informa Marshall, mirando su reloj—. Tengan cuidado y protejan sus pertenencias.

Asentimos y volteamos hacia la feria. Chase y yo caminamos en silencio hasta el primer expositor. Viendo las portadas de los libros, hay varios que ya me he leído y otros que realmente no me interesan leer. Chase parece entusiasmarse por los cómics de Batman, Superman y todo lo del Universo DC. Aunque para mí no es una sorpresa saber que tiene esos gustos, me asombra las diferentes expresiones que es capaz de hacer al ver alguna versión limitada o «reliquias», como comenzó a llamarles.

Rompiendo tus reglas ⚡️Versión antigua ⚡️Where stories live. Discover now