Capítulo 3

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Me presento:

Soy Michelle Wallas. Diecisiete años, hace unos meses cumplidos. Dedicada cien por ciento a mis estudios, in- visible, de pocos amigos, reservada, callada, hija única. ¿Estado civil? Pues nunca he tenido novio... Ahora que lo pienso, nunca me ha gustado alguien. Mi única fijación siempre han sido los estudios por lo que jamás he sentido las tan conocidas «mari- posas en el estómago». Por largos diecisiete años he vivido bajo la monotonía de una tranquila existencia, sin alteraciones, mu- chas desgracias y pocos acontecimientos excitantes... En pocas palabras, he desperdiciado mi maravillosa juventud. Yo, Michi, jamás me he enamorado... ¡Qué triste!

Escucho el chasqueo de los dedos de Chase frente a mí. Pestañeo repetidas veces para volver a la realidad. Estoy a segundos de sufrir un colapso mental. Chase está frente a mis ojos, hablando, diciendo cosas que no logro precisar debido a la alteración que me provoca mi último descubrimiento.

—¿Qué? —mascullo, frunciendo las cejas. Escucho cómo los demás presentes expresan un incrédulo «¡Oh!» que parece descolocar a Chase. Y como si fuese una señal de Dios, el timbre suena, sobresaltando a unos cuantos presentes.

—¡Todo el mundo a sus salas! —grita Chase, igual que un instructor gritándole a los novatos en el regimiento militar. Su grito me revuelve el estómago, así que también le hago caso. Sin embargo, él me detiene. Siento su mano rodear mi muñeca, agarrándola con fuerza.

Me petrifico quedando con un pie en el aire, después de unos segundos lo bajo, solo para horrorizarme ante los pensamientos atroces que pasan por mi cabeza. No es la mejor situación para pensar en maneras de morir. Chase Frederick agarrando a una invisible como yo, solo significa una cosa: problemas de magnitudes enormes.

Comienza a despedirte (otra vez), Michi.

Quizás no.

Mi nuevo descubrimiento no es comparable con los realizados por los genios a quienes tanto admiro, pero me ha servido para darme cuenta de que la vida es una y, como dice una canción, está para vivirla plenamente. ¿Tengo alguna elección u oportunidad de salir de este embrollo? ¡Oh, claro que sí! Todos tenemos otra opción, todos tenemos una escapada. Yo hoy tengo dos: continuar siendo sumisa ante la dictadura de Chase o rebelarme. ¿Por qué debo seguir las estúpidas reglas de un egocéntrico?

Hoy digo NO MÁS —Oh, sí, en mayúscula, cursiva, negrita y subrayada—.

Miro a Chase directamente a los ojos, desafiante, él parece notar un cambio. Su mirada no es la típica que demanda superioridad ante los demás. No, es una de confusión. Tal vez, nadie en su mísera vida lo ha mirado así.

—Chase Frederick —me zafo de su agarre. No hay ni una mosca merodeando el pasillo, ni siquiera los dos amigos de él están presentes—. Me importa una maldita... —busco una palabra adecuada, pero dentro de mi vocabulario vulgar solo encuentro una— caca, lo que traes en tu estúpido cerebro para creer que puedes mantenerme bajo tu dictadura, pero no caeré en tu estúpido juego de «chico superior» —mi corazón comienza a acelerarse. La adrenalina a recorrer mi cuerpo entero ¡oh, sí! Michelle Wallas jamás se había sentido así—. Bien merecido te tenías el golpe. Pero tranquilo —pongo las manos en mis caderas. De verdad, no tengo la menor idea de lo que estoy ladrando—, ese chichón ya se te curará y tu lindo rostro pronto volverá a ser el mismo de antes.

Doy un respiro y procedo a marcharme sin darle tiempo de decir algo. Una sonrisa se dibuja en mi rostro. Jamás me sentí tan libre.

¡Oh, Michi! Hoy has roto un montón de reglas.

Soy la última en entrar a la clase. Las miradas de los demás se clavan en mí provocando que comience a sentirme un tanto incómoda. Sé bien lo que se están preguntando en este preciso momento ¿cómo estoy viva? La verdad es que todo pasó tan rápido que yo tampoco lo sé. Ni siquiera recuerdo una palabra de lo que le dije a Chase, pero la sensación de victoria no se aleja de mí y se siente ¡tan bien!

Rompiendo tus reglas ⚡️Versión antigua ⚡️Where stories live. Discover now