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Hoy es el Día D.

Después de haber sentenciado mi vida de estudiante aplicada con una sutil declaración estando ebria, me vi envuelta en una pequeña apuesta de mal gusto con Chase, donde mi orgullo habló por mí. Acepté salir con él si lograba superarme en mi promedio de historia, sabiendo que esa asignatura es mi fuerte en el colegio. Aunque mi parte razonable me decía que no, mi parte alocada y engreída sabía que sería la ganadora.

Estoy confiada en que veré mi promedio sobre el de Chase, después de todo, es el último día de clases. Hoy se acaba el semestre.

De pie, frente al tablón con las notas, veo que el primer puesto como el mejor estudiante de Jackson sigue siendo de Chase Frederick.

¡Cómo es posible!

—¿Por qué te torturas de esta manera, Michi? —pregunta Anne a mi lado. Mi amiga me da palmaditas sobre el hombro a manera de consuelo, aunque realmente no causa efecto de tranquilidad en mi sistema nervioso. No obstante, me hago ánimos para calmar mi ferviente deseo de estallar en cólera y destripar a mi apuesto vecino —olviden lo de apuesto y reemplácenlo por idiota. Gracias—, creo que mi calma se saldrá de control—. Siempre pasa igual, te esfuerzas a tope y siempre terminas en segundo lugar.

—Cállate, Anne —gruño entre dientes—. Deberías darme tu apoyo moral... o algo por el estilo —respiro hondo— ¡Ese Chase del demonio! Si llego a verlo sabrá lo que...

—¿Sabré qué?

Cierro los ojos al escuchar aquella voz tan familiar clamando paciencia. Chase se pone junto a mí desde el otro lado para mirar la tabla con las notas. De reojo noto como mi peor enemigo, hasta ahora, lleva una mano a su barbilla mientras observa en silencio la tabla con las notas. Nuestro promedio final de semestre está dictado allí, sin embargo, para ver las notas de cada asignatura tendremos que pedírselas a los profesores correspondientes. Lógicamente, a ambos —supongo— nos importa solo un promedio.

—Oh, te he ganado otra vez, Michelle —escupe su comentario con sarcasmo. Me cruzo de brazos y lo miro con desprecio. Sus labios dibujan una sonrisa que me parece bastante coqueta y juguetona. Él es consciente de que todo el asunto de las notas me pone los pelos de punta—. No te enojes, Michi, solo son notas —alega, apretando mis mejillas como lo haría tía Molly. Un rubor notorio se asoma en mis calientes cachetes cuando caigo en cuenta de que la mayoría de los chicos en Jackson se han quedado mirándonos.

Quiero volverme invisible.

Por medio de mensajitos donde especifiqué clara y concisamente el odio que le tengo a Chase diciendo que es un fracasado en historia, quedamos de acuerdo en ir a buscar las notas que nos interesa y así llegar al final de nuestra estúpida apuesta. Como quiero ser una invisible y evitar lo que ocurrió por la mañana, le propuse a Chase ir por separados a la oficina de la profesora Mittler. No estoy en posición de que todo el mundo me esté viendo en compañía del «dictador de Jackson», tengo suficiente con que pocos sepan que es mi vecino. Desprestigia, además, tener que ser acompañada por un ser defectuoso y arrogante como él. Y sí, algunas veces he tenido pesadillas donde nos encontramos en un altar vestidos de novios, pero eso no dice nada de nada. Que quede claro, por favor, que lo odio con todo mi amor... digo, ser.

El timbre finalizando el semestre ha resonado por todos los pasillos, salas y baños de Jackson, así como también el mensaje del director diciendo que tengamos buenas vacaciones de invierno. Chase y yo esperamos que nos abran frente a una puerta pintada con barniz oscuro con una ventanilla rectangular con las inscripciones que rezan «Oficina de Clotilde Mittler. Profesora de Historia».

Hemos golpeado unas cinco veces, pero nadie responde.

—Eres un mentiroso, ella ya debe haberse ido.

Rompiendo tus reglas ⚡️Versión antigua ⚡️Wo Geschichten leben. Entdecke jetzt