Capítulo 5

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Miro perpleja el afiche frente a mis ojos y resoplo encorvando la espalda. A mi lado, Anne exclama frases que no logro precisar debido a lo alterada que está —cuando está alterada no modula nada—. Las dos hemos leído correctamente lo que está escrito en el afiche, podemos invitar a chicos que no sean de Jackson al baile de Bienvenida. De este modo, doy por hecho que Anne invitará a J. J. y que nuestra reunión de películas románticas no se llevará a cabo; terminaré llorando como María Magdalena, sola en mi habitación, mientras como chocolates y me pregunto ¿qué tal sería tener un novio?, ¿qué se siente sentirse amada por el sexo opuesto? y todo ese tipo de preguntas que una solterona como yo se haría.

—Oh, mi pobre Michi. Has tenido un día del infierno: primero, quedas atrapada en un ascensor; luego, eres amenazada de muerte por McFly. Y ahora, tú... —le doy un codazo en la boca del estómago que hace que se estremezca entera—. Te... odio —expresa entre jadeos por la falta de aire.

—Gracias por recordarme que Mika acabará conmigo. Eres una genio —miro hacia todos lados, comprobando que Mika no esté cerca para dejarme viendo con un psicólogo.

Aún no entiendo el motivo de su amenaza, y creo que tampoco lo haré. Digo, soy yo, nadie nunca me amenazó jamás. También por el hecho de que nadie me veía, porque siempre fui el segundo lugar en la lista de notas y los ojos eran puestos en el flamante nombre y apellido de Chase Frederick. Ya creo que les dejé bastante claro que mi lucha constante siempre ha sido ser la primera, ¿no?

Conclusión: mi vida ha dado un giro radical y el único culpable es Chase. Si llego a verlo, lo volveré a golpear con mi casco hasta que su frente sea como la de un unicornio. Claro, no me atrevo hacer eso con Mika porque su sola presencia me desconcierta, ¿motivos? Ni idea.

Frente a mi Vespa 98, me pongo el casco y me subo. Le hago un gesto de despedida a Anne y ella me responde con otro, mientras me mira con precaución; aunque ella trate de no darle importancia a mi asunto con Mika y reírse de mi mala suerte, sé que está inquieta y, en el fondo, muy en el fondo, se preocupa.

Resoplo encendiendo la moto. Acelero hasta la salida del estacionamiento y desvió mis ojos hacia Los tres mosqueteros. Dos de ellos han clavado sus ojos en mí —no es necesario decir quienes, ¿verdad?—. Trago saliva y desaparezco lo más rápido posible por la calle.

—...Michi —la voz de mamá me trae de golpe a la realidad.

La verdad, ni siquiera sé en qué pensaba. Suelo delirar sobre cosas y perderme constantemente entre mis pensamientos, como pudieron haberse dado cuenta; y no es porque tenga muchas cosas en qué pensar, sino porque tengo la manía de divagar sobre idioteces a menudo. Por favor, no piensen que estoy loca, porque no lo estoy... supongo.

—¡Michelle! —vuelve a gritar más eufórica.

Me levanto del piso y dejo de lado la revista que intentaba leer.

—¿Qué ocurre, mamá? —pregunto refregando mis ojos con las manos. Ella tiene el ceño fruncido y las manos en sus caderas.

—Ve a comprarme una bebida, estoy muerta de sed —ordena, abanicando su rostro con una mano. Trae puesta su ropa de deporte.

Arrugo la nariz.

—¿Por qué no vas tú? —inquiero, volviendo a mirarla de pies a cabeza.

—Porque estoy más vieja y estoy cansada —se excusa. Blanqueo los ojos y asiento—. Bien, esa es mi hija preferida.

—Mamá, soy tú única hija...

—Eso es lo que tú crees, Michi Dos.

—¡Mamá!

Rompiendo tus reglas ⚡️Versión antigua ⚡️Where stories live. Discover now