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—¿Y qué pasó después?

Estrujo con toda mi fuerza la caja de leche con chocolate que Anne compró para mí. Al sentarnos en una banca, dado el estado anímico precario en el que me encontraba, decidí contarle lo que Chase hizo en la biblioteca. Sorpresivamente, ella se lo tomó con mucha seriedad, apoyándome y diciendo frases contra quien hasta ahora había tratado como mi futuro novio.

Qué tontería.

—Me preguntó si siento algo por él, ya sabes. Me acorraló, como todo un acosador, en uno de los estantes y...

El «¡Wow!» de Anne me hace callar al instante. Había estado tan seria todo ese tiempo que alguna expresión graciosa debía salirle disparada de la boca sin que lo planeara. Se cubre sus labios rojos y agranda los ojos verdes.

—Lo siento, no fue mi intención, pero ese es muy hot, comienzo a envidiarte.

—Fue una pesadilla. Yo no sabía qué responder, parecía un disco rayado que no terminaba de decir «yo» todo el rato. Lo peor de todo fue que me sentí como Superman frente a la kryptonita. Sumamente débil bajo los encantos de ese lujurioso Chase. Tuve suerte que Allek apareciera, si no probablemente estaría contando otra historia.

Me levanto y tiro la caja vacía en el basurero junto a la banca. Cuando vuelvo a sentarme, el timbre para regresar a clases hace que nuevamente me levante como una tonta, blanqueando mis ojos. Ante algunas miradas cargadas de mofa por parte de mis compañeros, acelero mi paso hasta mi taquilla.

—¿Sabes qué puedes hacer? No hay nada peor que romperle el ego a alguien como Chase. Seguro él lo sentirá de por vida.

Anne me mira con una sonrisa maliciosa. Sabrá Dios qué cosas pasan por la turbia mente de mi amiga.

—¿Qué planeas?

—Ve a esa fiesta de cumpleaños y rómpele el corazón.

Los planes malvados de Anne no siempre suelen funcionar. De hecho, ninguna de sus ideas, pero su nuevo plan sobre herir el orgullo de Chase me resultó consistente —como también muy descabellado— dentro de lo que una adolescente hormonal como Anne Collins puede planear, dado su locura interna no calificada. Romperle el corazón a Chase podría resultar algo incoherente, pero acepté para calmar mi sed de venganza. Ahora bien, estoy rogando para mis adentros que todo resulte conforme a lo ideado y no resulte ser yo la idiota que termine siendo humillada. Pero vamos, nada puede salir mal si estoy bajo mis cinco sentidos.

Hoy, viernes por la tarde, después de pasar mi semana colmándome la paciencia con las burlas de «instrúyeme Chase», seré yo quien humille a Chase.

Apenas llego a la casa de Anne, su hermano me recibe y me hace pasar. Rudolf es el hermano mayor de Anne y algo así como su segundo padre. Él consiente a su hermana siempre que puede, y Anne no se hace de rogar cuando su hermano se ofrece a ayudarla. Los dos son muy unidos, incluso me da algo de envidia de verlos.

—La loca está en su habitación —me avisa al entrar.

Me río entre dientes avanzando hasta la habitación de Anne.

—Hola —saludo, mirando el cerro de ropa que tiene sobre la cama.

—Hola, amiga —se me acerca y agarra mis mejillas, estrujándolas igual como lo haría tía Molly—. Encontré el vestido perfecto para ti —la agarro de sus muñecas y quito sus manos de mi cara—. Chase se babeará cuando te vea, caerá a tus pies en un pestañar.

—No quiero hacerlo babear, Anne. Y no iré a esa fiesta como una prostituta.

Anne chasquea la lengua, negando con la cabeza.

Rompiendo tus reglas ⚡️Versión antigua ⚡️Where stories live. Discover now