17

2.3K 281 35
                                    


Mis ojos no me engañan. A juzgar por la atónita expresión de Chase, puedo deducir que he metido la pata en grande. Y es que trágicamente escuchó mi disparate sin sentido —porque eso es lo que fue—, donde, por un desliz le hice preguntas que les correspondían a Anne, dudando de mi raciocinio poco convincente en este momento. De todas formas, ¿qué Newton hace Chase aquí? Es que ya no existe la privacidad y simplemente todos entran por el balcón sin, siquiera, pedir permiso. Bueno, bueno, admito que yo soy otra estúpida por no cerrar la ventana con pestillo y ni las cortinas.

Termino la llamada y tiro mi celular a la cama, sin apartar mis ojos de Chase.

—¿Cuánto has oído? —pregunto con la voz temblorosa y en tono bajo, casi imperceptible.

—He oído lo suficiente —responde, en un tono solemne.

Puedo sentir cómo mis mejillas paulatinamente se tornan calientes y rojas, como dinamita al borde de estallar. Y es que, prácticamente, lo soy. Haber sido descubierta me vuelve tan vulnerable que podría explotar de vergüenza en cualquier momento.

Cierro mis ojos con fuerza y lanzo un bufido cargado de resignación. Él sonríe a medio labio, con esa arrogancia tan característica en él que me pone los pelos de punta —de rabia, obvio—, y saca mi asesino interno que solo revive cuando Chase está cerca... —y cuando queda el último trozo de pizza—, pero eso no viene al caso.

Cubro mi rostro, que puede ser la analogía misma de un tomate pues, de seguro, varía entre el color rojo (por la vergüenza del momento) y verde (por lo ridículo de la situación). Como probablemente habrán notado, tengo la manía de cubrirme el rostro con el cabello y, este instante, no es la excepción; agarro lo que puedo de mi cabello y lo uso como protección anti vergüenza, aunque es evidente que estoy avergonzada.

—Olvida todo, ¿sí?

—Mi olvido tiene un precio, Michi. Si quieres que lo haga, necesito ganar algo a cambio.

—¿Qué quieres a cambio?

Me reprendo a mí misma por titubear de forma tan espectacularmente tonta. Y vuelvo a reprenderme por seguirle el jueguito a él. Puedo mandarlo a freír plátanos, pero no, en mi patético cerebro las neuronas no hacen sinapsis correctamente y prefieren hacer un acuerdo malogrado con mi boca para escupir cualquier idiotez que se cruce por el camino de los pensamientos.

Me animo a corregir mi pregunta para que un nuevo chantaje, de su parte, no se lleve a cabo. Sin embargo, una nueva aparición por el balcón de mi habitación me interrumpe nuevamente, esta vez es Houston y, al parecer, no está dentro de sus cinco sentidos.

Él lo sabe. Ahora, seguramente debe estarse luciéndose con sus dos secuaces por creer que te gusta, Michi.

No sé qué cosa me intriga más, que Chase haya escuchado mi conversación con Anne —porque eso es realmente malo y lo más seguro es que me fastidie con ello hasta el fin del mundo—, o que use un chantaje para ocultar lo obvio. Y es que no creo que sea buena idea deberle algo a Chase, mucho menos que vaya un paso sobre mí. No sé cómo debería mirarlo ahora: si sonreír actuando como si nada hubiese pasado o darle una explicación —que probablemente suene poco convincente—. En definitiva, la segunda opción es la mejor.

Soy una pésima persona diciendo mentiras, sea lo que sea que diga, él no lo creará. Es Chase Frederick y yo...

Bueno, yo soy...

—¿Michelle Wallas?

Una mujer asiática aparece en mi campo visual. Esta tiene el cabello castaño sobre uno de sus hombros, un blazer blanco con un doblez negro que hace juego con su falda de tubo, una camisa de rayas negras que deja entrever un collar de oro con un pequeño dije. Parece una empresaria hecha y derecha, o una especie de asistenta.

Rompiendo tus reglas ⚡️Versión antigua ⚡️Where stories live. Discover now