27

2.1K 239 55
                                    


Mi nombre es Michelle Wallas, pero mis cercanos me dicen Michi. Llevo diecisiete años viviendo una vida tranquila y unos once dedicándome a los estudios. Mi sueño es ser la primera en la tabla de notas pero, hasta ahora, siempre he sido la segunda mejor en Jackson. El primer puesto constantemente ha sido de un dictador de media calaña que rige a todos bajo tres reglas inquebrantables —bueno, quizás no tanto... pero debo ponerle dramatismo al asunto, ¿no?—. ¿Su nombre? Chase Frederick. Yo era una más que vivía bajo las tres reglas, hasta que todo cambió cuando Chase se mudó al departamento de al lado. Al visitarlos rompí, por accidente, un jarrón el cual, según este chico, tenía un enorme valor en dinero; tras ser amenazada por él, me enteré de que el jarrón no valía nada. Entonces, todo tomó un giro inesperado.

Sí, señores, que me guste Chase es un hecho, penoso, pero es así.

—¿Qué pasó con Chase? Aún espero que venga a pedirme tu mano —comenta papá sin despegar la vista del periódico.

Al oírlo me atraganto con el pan, causando un ataque de tos. Mamá debe darme palmaditas en la espalda para calmarla. Tomo un sorbo del té con leche que mamá suele servirnos, finalmente, recomponiéndome de mi ataque, respiro hondo.

—¿Pedir mi mano, papá? Ni siquiera estamos saliendo.

Abanico mi rostro con las manos. ¿Qué es eso de «pedir mi mano»? Chase no parece el tipo de chico que quiera comprometerse. O eso nos ha dado a entender a todos después de terminar con Jessie T. en Jackson, destruyendo la esperanza de todas las chicas por tener una relación duradera con Chase. Ahora solo fantasean con tenerlo en sus camas.

Además, no quiero terminar como Jessie T.

Después de vomitar sobre su ropa la turbia noche en que me declaré, no lo he vuelto a ver, por lo que su reacción y la mía es un misterio. Y no es para más, estoy suplicándole a mi suerte no topármelo.

He estado practicando frente al espejo de mi habitación el tono de voz que podría usar: un estilo desinteresando, un estilo arrogante, un estilo tierno. Y también he pensado en actuar como si nada, como que todo fue mera imaginación de él. Claramente, no soy un as de la actuación, ni siquiera yo me creo todas las expresiones que hice frente a mi reflejo.

Opté por lo simple: actuar natural y evitar todo contacto con él.

«Actuar natural y evitar todo contacto con él», repito frente a la puerta. Asiento con seguridad, y giro el pomo.

—Ya me voy.

—¿No te pasará a buscar Chase, Michi? —pregunta mamá con ingenuidad en su tono de voz.

Ruedo mis ojos y les doy la espalda a mis padres.

Ajá, claro. Pasarme a buscar.

Antes de salir para el ascensor, me asomo por la puerta mirando hacia los lados. Compruebo que Chase no esté cerca y no coincidamos al salir. Moriría de un infarto si me lo topara justo en la puerta o peor, que bajemos juntos por el ascensor. Si algo así llegara a pasar, me saldría antes de que las puertas cierren y bajaría por la escalera.

Dado a que no hay rastro de él, salgo con una sonrisa.

Entro al ascensor y le doy a la flecha que señala hacia bajo, y de paso, oprimo el botón para cerrar las puertas. Pero el ascensor parece no responder.

—¡Ahora no, por favor!

Maldigo para mis adentros oprimiendo una y otra vez los botones del ascensor, hasta que el rostro confundido de Chase me petrifica. Tiene una ceja alzada como si observara un espectáculo absurdo. Al ver que él se adentra en el elevador, doy un salto en mi puesto y retrocedo hasta que mi espalda queda pegada a la pared de metal.

Rompiendo tus reglas ⚡️Versión antigua ⚡️Donde viven las historias. Descúbrelo ahora