Capítulo 9. Parte I

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Anders se adentraba con sigilo en el interior de la cueva, la luz era cada vez más débil al alejarse de la boca de la entrada por la que aún se colaba algún rayo del sol del desierto. A medida que avanzaba su valor se iba debilitando, no sabía a lo que se iba a enfrentar en ese lugar. Soleys había dicho que tratarían de minar sus fuerzas mostrando cosas que no eran reales, y que debía tener presente en todo momento que lo que viera de ahora en adelante sería una farsa creada con los sentimientos más profundos de su ser, aprovechando cualquier flaqueza.

Llegó a un ensanchamiento de la cueva, que hasta ahora había sido un túnel estrecho que descendía serpenteante a través de la montaña. Allí se encontraba un hombre de espaldas, con una antorcha sujeta en la mano derecha. Tan pronto como Anders se coló en la zona, un aire gélido se adentró en su cuerpo a través de la nariz, helándole incluso el espíritu.

-Disculpe, caballero. No sé muy bien hacia dónde tengo que ir, deseo ver al oráculo de Shanarim, la Prístina'dea. ¿Me diría hacia dónde debo ir... señor?

Entonces, aquel hombre se giró ante el asombro y el pavor de Anders. No resultó ser otra persona más que él mismo, con una apariencia diferente: con una vestimenta extraña y un rostro cruzado por la marca de los Circulantes, aquella cicatriz que era el símbolo de su dolor. Ese hombre lo miraba con un toque de locura en los ojos, pero no se inmutó ante la presencia de una persona idéntica a él, todo lo contrario que Anders, que se quedó impactado por la visión que se le presentaba.

-Hola, Anders -dijo el extraño doble-. No debes temerme, no pretendo hacerte daño.

-¿Qué demonios eres? ¿Por qué eres igual que yo?

-¿Cómo que quién soy? ¿No me ves? Soy tú, soy la misma persona que tú, solo que con algunas mejoras. -Hablaba exactamente igual que Anders, incluso con el mismo toque de superioridad intelectual con el que él se dirigía al resto del mundo.

-¡Mientes! ¡No eres más que una alucinación! -El bardo comenzó a recordar lo vivido en el laberinto cuando era un chaval-. Déjame en paz, ¡no volveré a caer en esto!

Aquella locura que hasta ese mismo momento había permanecido enterrada, ahora volvía a la luz. El joven intentó recorrer la cueva en busca de alguna salida, pero los túneles que había visto al entrar en la sala ahora habían desaparecido, no había ninguna escapatoria posible.

-Tranquilo, Anders. Ya te he dicho que no pretendo hacerte daño. Solo deseo mostrarte lo que pudiste llegar a ser, y que aún estás a tiempo de conseguir si lo deseas. Será mejor que dejes de buscar caminos, porque hasta que no me escuches no podrás salir de aquí.

-¿Qué quieres decir? ¡No, quiero que te marches! ¡No quiero saber nada de ti!

Los gritos de socorro volvían a su cabeza, era como una pesadilla vivida una y otra vez.

-¿Ah, no? Anders, yo soy tú si no hubieras seguido a tu hermano ciegamente. Mírame, soy un Circulante: tengo una familia y un hogar. Todo eso todavía puede ser tuyo. Déjame mostrártelo -dijo la visión extendiéndole una mano firme y acogedora.

Las fuerzas de Anders comenzaron a flaquear. «Una familia», pensaba. Nunca se había planteado si era eso lo que de verdad deseaba, pero al haber visto la vida de los Circulantes se planteaba si no sería la mejor opción.

-¿Aún estoy a tiempo? -dijo, titubeante.

-Claro que sí, tienes que abandonar a Alerigan y quedarte con los Circulantes. Podrás formar tu propia familia y vivir en libertad. Además, ¿qué le debes tú a él? Lo único que ha hecho todo este tiempo ha sido darte problemas por su fanfarronería. ¿Ya no te acuerdas cuando de niños te metía en peleas?

La Sombra de MiradhurWhere stories live. Discover now