Capítulo 32

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Los jardines de la Mansión de Cristal eran tan esperpénticos como el resto de la casa. Rodeaban el perímetro con grandes arbustos y setos cortados con formas humanas bailando, animales gigantescos corriendo, incluso había uno con la forma de un guerrero con una espada atravesándole el pecho. La fragancia de las flores era asfixiante, pues Lienne estaba obsesionado por una pequeña flor llamada Campana del diablillo, de un color rojo muy vivo que desprendía un profundo olor que trasladaba al recuerdo de un cementerio.

El camino hacia la salida de la casa estaba embarrado por la llovizna de los días anteriores. Anders caminaba con parsimonia, suponía que Lienne había vuelto a traer alguna tontería extravagante de su mercado negro y quería presumir, y para eso había hecho que tanto él como Ishalta dejaran a Alérigan solo, a pesar de haberle prometido que permanecerían a su lado mientras estuviera durmiendo.

Lienne estaba en el centro del camino con una sonrisa burlona en la cara y los brazos cruzados tras la espalda, como un niño travieso que había cometido alguna atrocidad y se escondía la prueba de su culpabilidad en la espalda.

—¿Qué es esta vez, Lienne? ¿Has comprado un dragón en el mercado y querías sacarlo a pasear? —le preguntó Anders irónico, como siempre.

—¡Muy gracioso! En serio, deberías dedicarte a la comedia en lugar de a la música y la poesía. Se te da muchísimo mejor.

—Venga, dejaos ya de tonterías y vamos al grano, que Alérigan está descansando y no quiero dejarlo solo por si despierta. —Ishalta se cruzó de brazos con pose defensiva, moviendo uno de sus pies a gran velocidad.

—¡De acuerdo! Ha sido Anders quien ha empezado —dijo Lienne señalándolo como un niño acusica. Carraspeó consciente de la estupidez cometida y continuó—: Ahora en serio: Anders, ¿te acuerdas aquella vez que os dije que me daba la impresión de que a Alérigan y a ti os iba más la compañía masculina que la femenina?

—¡Eso nunca nos lo dijiste! —expresó el muchacho muy ofendido.

—¡Ups! Entonces fue que lo pensé para mí, pero no lo dije, fallo mío. —Lienne se carcajeó bajo la mirada hiriente de Anders—. Era lo más normal: aparecen dos tíos en mi ciudad que no se separan ni con agua caliente; les ofrezco la compañía de mis chicas y la rechazan, ¿qué esperabas que creyera, que eráis unos machotes?

—Al grano, Lienne, al grano —dijo Anders con la mandíbula apretada mientras se acariciaba la sien con gesto nervioso.

—¡Vale, vale! —exclamó el señor de Olusha—. Vamos al grano, pero últimamente estás bastante crispado, ¿estás yendo bien al baño? Mira que eso es muy importante para tener una vida plena y feliz.

No hizo falta que Anders hablara, la mirada gélida que le echó fue suficiente para que Lienne se percatara de que estaba yendo demasiado lejos.

—¡Vale, vale, ya paro! Bueno, hoy me ha llegado un barco muy interesante desde Shanarim, con productos muy exóticos que me gustaría regalaros a ti y a Alérigan.

—Basta ya de tonterías, Lienne —dijo el bardo, desbordado por la situación—. Te hemos dicho mil veces que no queremos tus sustancias alucinógenas, ni tus prostitutas ni tus bebidas con exceso de alcohol. Ni siquiera queremos tus...

Pero Anders no pudo terminar la frase al ver la figura delgaducha y de largos cabellos que surgió tras uno de los arbustos gigantes. Esa muchacha rubia no soportó más los rodeos de Lienne, llevaba tanto tiempo esperando aquel momento que no pudo mantenerse oculta ni un instante más oyendo la voz que había guardado cuidadosamente en su imaginación.

Miró al hombre con el que llevaba soñando desde que se alejó de ella con una sonrisa inmensa en los labios, y sus ojos brillaban a la luz de la luna debido a las lágrimas que no cesaban de nacer en ellos. Al principio, ambos caminaron con lentitud arrastrando los pies por el fango del jardín, temiendo que el espejismo se rompiera, pero tan pronto como fueron conscientes de que aquel encuentro era real, corrieron a encontrarse en un profundo abrazo.

La Sombra de MiradhurWhere stories live. Discover now