Capítulo 10

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Desde la llegada de Tiedric y sus compañeros al gremio de los Hijos de Dahyn, todos los hermanos estaban agitados. A pesar de que la información solo fue transmitida al maestro, los rumores corrían por todo el lugar. Además, el miedo que se había quedado tatuado en los rostros de los que habían regresado de la Montaña Nubia hacía que resonaran los tambores de guerra.

Tiedric estaba sentado en los aposentos privados de su líder, con la mirada perdida en el vacío. El maestro estaba preocupado por ellos, lo vivido les había provocado un estado de estupefacción grave.

—Muchacho, lamento mucho que hayas tenido que ver algo tan horrible, pero me temo que esa es su forma de actuar. Siempre han sido así, son cazadores natos sin piedad. Cuando los Hijos de Dahyn se alzaron por primera vez, las batallas fueron tan cruentas que corrieron ríos de sangre durante décadas. —Glerath miraba por la ventana, con cierta añoranza en la voz—. Aún recuerdo la primera vez que me enfrenté a monstruos de verdad, nunca he sentido tanto miedo como aquel día.

—Pero, mi señor, no podemos continuar ocultando lo sucedido. Hay rumores, los hermanos hablan de guerra, están completamente asustados. —El joven había sido acosado a preguntas por los pasillos, y no estaba dispuesto a soportarlo más.

—Lo sé, yo mismo me haré cargo de comunicar lo sucedido.

Por respeto a sus compañeros, Glerath había evitado hacer preguntas concretas sobre lo que ocurrió, pero creía que había llegado el momento de hablar por el bien de todos.


—Tiedric, ¿recuerdas algo del guerrero que asesinó a nuestros hermanos? Sé que tiene que ser duro para ti, pero es importante saber a qué nos enfrentamos.

Los acontecimientos le volvieron a la mente como si estuviera de nuevo en la montaña, los movimientos de aquel monstruo, su pelo azulado y su piel grisácea. Casi pudo sentir el roce del arbusto tras el que permaneció escondido hasta que todo terminó.

—Era solo uno de ellos... tenía la piel gris y el pelo de color azul. N-no... No era como los Catalizadores que estamos acostumbrados a combatir.

—¿Has dicho que estaba totalmente solo? ¿No tenía refuerzos esperando para atacar?

—No, estaba solo, pero se movía como si fuera un ejército. Antes de que los muchachos pudieran reaccionar, ya tenían el cuello cortado —dijo Tiedric derrumbándose en las palmas de sus manos.

La Sombra de MiradhurDonde viven las historias. Descúbrelo ahora