Capítulo 27

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El trabajo de contrabandista no estaba hecho para Anders. No estaba tan mal: les pagaban bastante, tenían comida y además vivían en una preciosa mansión de cristal. Pero Anders no estaba del todo contento con lo que hacía, a él le había tocado la parte de gestionar los barcos y el cargamento que traían; era un trabajo tedioso que Lienne le había adjudicado por su inteligencia y delicadeza a la hora de actuar.

—Si hay alguien que puede lograr el orden en ese maldito almacén, eres tú, Anders —le había dicho una vez adjudicada la tarea.

Sin embargo, a Alérigan le había tocado la peor parte: su trabajo consistía en proteger a Lienne, lo que hacía que tuviera que ir con él a todas partes. No debía de ser fácil aguantarlo durante mucho tiempo con su pedantería.

Por otro lado, Ishalta permanecía en la casa de cristal. Al principio se había negado a desarrollar ningún trabajo para ese grupo de matones, pero sin darse cuenta comenzó a organizar las cosas dentro de la casa y a dar órdenes a todos los sirvientes como si fuera la esposa de Lienne.

Los días pasaban y los muchachos cada vez estaban más apesadumbrados. Lienne se había dado cuenta de que había algo que les perturbaba y una noche, tras un día de trabajo, los invitó a pasar a su despacho.

Cuando los hermanos entraron se sorprendieron: era una habitación austera, sin ostentación alguna, no parecía pertenecer al señor de Olusha. Solo había una mesa de escritorio blanca con
tres sillas alrededor, y una bandeja sobre la mesa con una botella de vino y tres copas de cristal muy sencillo.

—¡Vaya! No me habría esperado esto para nada —dijo Anders, riéndose—. Esperaba un gran cuadro tuyo desnudo matando a un golem de la arena con las manos.

El tiempo que habían pasado juntos había hecho que la relación con Lienne se estrechara. Era una persona diferente, rara, como decía Alérigan, pero no tenía malos sentimientos, más allá de su ambición, y los había tratado con mucho aprecio desde que empezaron a trabajar para él. Era un hombre que adoraba el dinero, pero también era un tipo solitario y Anders se percató de que probablemente echara en falta la compañía de un buen amigo.

—No, Anders, ese cuadro lo he puesto en tu habitación para que lo puedas admirar durante las noches de soledad —le contestó Lienne con su clásica ironía.

—Eso ha dolido, ¿verdad, hermanito? —Alérigan comenzó a reírse a carcajadas.

Lienne sirvió las tres copas de vino e invitó a sus amigos a tomar asiento. Lo cierto era que el contrabandista había tenido pocos amigos en su vida, porque creía que al final siempre acababan molestándole a la hora de alcanzar sus metas; pero con estos muchachos era diferente, se sentía cómodo con su compañía y sus charlas insustanciales.

—Decidí dejar esta habitación así para no olvidar de dónde vengo —confesó el señor de Olusha, observando la habitación vacía—, porque todos tenemos un pasado duro, pero no por eso debemos olvidarlo. Mi pasado estaba vacío para mí, no tenía nada, como esta habitación, y cuando perdí a mi padre en el mar se quedó vacío por completo.

Lienne nunca lo había hablado tan abiertamente, pero llevaba mucho tiempo cargando con un dolor que le oprimía el pecho. Su padre fue un gran hombre para él, en realidad lo era todo, y
cuando era pequeño le había guardado rencor porque los había abandonado. Fue su forma de superar el dolor de su muerte. Aunque sabía que estaba equivocado, no podía reconocer que su padre había fallecido trabajando para alimentarlo.

—Después de su muerte juré que no dejaría que mi madre sufriera por dinero y que disfrutaría de la vida, cosa que mi padre nunca pudo hacer.

—Tienes razón en eso —Anders tomó un sorbo de vino—, todos tenemos un pasado doloroso que nos atormenta. Mi hermano y yo vivimos nuestra infancia en la calle, solos y hambrientos. Subsistimos robando y durmiendo en cartones hasta que los del gremio nos rescataron.
—¿El gremio, los Hijos de Dahyn? —preguntó Lienne, con los ojos muy abiertos.

La Sombra de MiradhurDove le storie prendono vita. Scoprilo ora