Capítulo 9. Parte III

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El camino de Alérigan era más largo, ya que su marcha era más lenta por ir cargando con el cuerpo durmiente de Nym. Además caminaba con mucha precaución, esperando encontrar cualquier cosa detrás de la primera esquina que doblara. Sin embargo, el descenso fue tranquilo, sin nada diferente a lo que había en la parte superior de la cueva. Cuando llegó a la sala mayor lo único que encontró fue a una mujer sentada al borde de una fuente, esperándolo.

Era muy hermosa, vestida por completo de blanco iluminaba la habitación. El chico no entendía lo que pasaba, ni qué debilidad representaba esa señora para él, así que repetía para sí mismo: «Esto no es real, nada es real».

-Bienvenido, Alérigan. Será mejor que te pongas cómodo y dejes a Nym en el suelo, no creo que puedas aguantar mucho más cargando con su peso -dijo la dama con una voz dulce y embaucadora, una voz que Alérigan recordaba haber oído en otra ocasión.

-No es real, no es real -repetía en un susurro, mientras rodeaba a la mujer desde cierta distancia, evitando mirarla.

-El trayecto por el desierto ha debido de ser muy fatigoso -continuó ella-. ¿Deseas tomar un poco de agua?

-No es necesario, estoy bien. Solo quiero continuar mi camino -dijo mientras seguía con su retahíla, diciéndose que aquella mujer no era más que una ilusión y que debía salir de allí lo antes posible.

-Vamos, muchacho, debes tomártelo con calma. ¿No hay nada que desees preguntarme? Ahora es el momento. -La mujer esbozó una sonrisa amable.

El joven no entendía por qué la voz de aquella dama le resultaba tan familiar, como si la hubiera oído antes en algún lugar que no conseguía recordar. No podía continuar con la incertidumbre. Cuando estaba a punto de tomar la primera salida, se giró hacia la mujer.

-¿Quién sois y por qué recuerdo vuestra voz si nunca antes os he visto?

-Curiosa pregunta, Alérigan, muy curiosa. Lo cierto es que no me has visto nunca, pero me has escuchado según creo, en tus sueños o pesadillas, no sé cómo las calificas -dijo ella, riendo.

Recordó entonces aquel sueño inquietante que había tenido antes de la llegada a la Colmena, en el que había dos personas manteniendo una conversación: un hombre y una mujer.

-¡Sois la voz de mi sueño! -El nuevo descubrimiento hizo que se quedara con la boca abierta.

-Así es. Seguro que ahora querrás preguntarme algo más, ¿verdad? -La mujer lo miraba de una forma extraña, eran unos ojos que trataban de ahondar en su alma, de conocer hasta el último detalle de sus sentimientos.

-No... no deseo preguntaros nada, porque no sois real. Todo lo que me digáis no será más que una mentira. -Alérigan trataba de convencerse a sí mismo una vez más. Tenía que seguir adelante y luchar contra su curiosidad.

-Quizá sí, o quizá no. De todas formas, no perderías nada por hacer alguna pregunta que otra, ¿no crees? Al fin y al cabo, lo peor que puede pasar es que os mienta, mi querido caballero.

La mujer tenía razón, a fin de cuentas una mentira no significaba nada si no te la creías, así que Alérigan tomó la palabra.

-¿De qué iba ese sueño y por qué podía escuchar esa conversación perfectamente?

-Ese sueño no era un sueño, era un recuerdo. Además podías escucharlo porque estuviste allí cuando esa conversación tuvo lugar. Aunque no estabas del todo consciente.

-¿Estabais hablando de mí? -preguntó el chico con temor a la posible respuesta.

-Así es -dijo la dama asintiendo.

-Pero ¿cuándo ocurrió y por qué no lo pude recordar hasta la otra noche en mis sueños?

-Ocurrió cuando te atacaron en el laberinto, siendo un muchacho. No lo podías recordar porque habías perdido mucha sangre, pero parece que tu inconsciente ha querido revelártelo por alguna razón que desconozco. Quizá porque es el momento más oportuno para ello, no lo sé.

-¿Y quién era el hombre que hablaba en mi sueño, el que estaba con vos en aquel lugar? -Alérigan podía recordar la voz del hombre como si la estuviera oyendo en ese mismo instante, tan tosca y firme como una roca.

-Era Nien'haleru. No lo conoces, al menos no por ese nombre, pero es así como es conocido en mi mundo.

-¿Vuestro mundo? ¿A qué os referís?

-Al mundo de los lia'harel. -Entonces, Alérigan se dio cuenta de que la mujer no era humana. Ella, con conocimiento de causa, había hecho menguar la luz que desprendía en ese momento para que él no se diera cuenta de lo que era-. Al mundo de la muchacha que llevas contigo.

El chico se quedó impactado: era la primera vez que veía a un Catalizador aparte de Nym. Pero esta mujer era diferente, había algo distinto en ella.

-¿Conocéis a Nym? -dijo Alérigan, curioso.

-Sí, pero nuestro tiempo se agota y el oráculo no me permite ocupar este lugar por más tiempo.

-¿Así que no eres una ilusión de la prueba? -El joven creía poder confiar en las palabras de la dama, ya que no había intentado confundirlo de ninguna manera aunque fuera un Catalizador. Además, estaba relacionada con su pasado; si quería descubrir algo más debía tratarla bien.

-No, no lo soy. He decidido impedir que entrara en tu mente, no deseo que sufras, Alérigan. Ya has sufrido bastante en este mundo, incluso por mi causa. -La dama se entristeció mientras hablaba-. No tenemos mucho tiempo, solo puedes hacerme una última pregunta, entonces me marcharé y tú deberás continuar avanzando.

Alérigan se quedó pensativo durante un momento, en silencio. Había tantas cosas que deseaba saber: lo de su brazo, dónde podía encontrar a ese hombre de su sueño, qué querían de él, a qué se refería cuando decía que había sufrido por su causa... Pero de su boca salió una pregunta inesperada incluso para él.

-¿Cuál es el verdadero nombre de Nym?

Ambos se quedaron sorprendidos: Alérigan ante sus propias palabras y la mujer por la sinceridad de su pregunta, que había salido de lo más profundo de su corazón.

-Su nombre es Lyriniah, significa «Luz de Manantial» en nuestra lengua. -La lia'harel no pudo evitar sonreír ante la evidencia-. Adiós, Alérigan, te deseo suerte en tus viajes y espero que nos encontremos pronto. Muy pronto.

Dicho esto, la mujer desapareció en medio de la fuente de agua cristalina y la luz que iluminaba la cueva desapareció con ella.

Alérigan miró a Nym colgando en sus brazos, y pensó: «Luz de Manantial, muy apropiado». Sonrió y continuó la senda a través de la cueva.


La Sombra de MiradhurWhere stories live. Discover now