La despedida

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Cuando llega el momento de decir adiós es cuando realmente somos conscientes de lo que dejamos atrás. Te imaginas el momento, lo revives en tu mente y lo ensayas una y otra vez, pero al final siempre es diferente a lo que habías pensado hacer y decir. Mi despedida de los Circulantes fue así: había estructurado un perfecto discurso que incluía agradecimiento y respeto, pero llegado el momento, cuando vi los ojos de Soleys anegados en lágrimas, todo se derrumbó a mi alrededor y fui incapaz de ser objetivo en mis palabras.

Comprendí su decisión de tener que dejarnos marchar. Al principio me dolió, pero cuando vi el sufrimiento que suponía para ella olvidé todo lo anterior: era ella quien estaba pasando un infierno, viviendo una lucha interna entre lo que le decía la razón y lo que le pedía a gritos su corazón. Pero decidió escuchar a la razón y no la culpo, yo hubiera hecho lo mismo que ella.

Cuando me di la vuelta y vi, quizá por última vez, a aquellas personas, me di cuenta de que Nym tenía razón: Soleys se había convertido en alguien muy especial, alguien a quien nunca olvidaría. Pero el Destino es un desalmado y no permite que los pobres humanos alcancemos lo que anhelamos. Por eso cuando tenemos al ser amado a nuestro lado, nos ciega y nos impide ver lo que sentimos, y cuando lo perdemos deja que todo lo que has sentido hasta ahora, que ha permanecido dormido en tu alma, despierte más vivo y más fuerte que nunca, provocándote esa desesperación a la que todos llamamos «desamor».


Anders, Víctima del Destino.

La Sombra de MiradhurWhere stories live. Discover now