Capítulo 12

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El bosque estaba tranquilo, la niebla corría haciendo zigzag entre los troncos, jugueteando con el aire frío y húmedo del ambiente. La noche estaba despejada y, a través de la frondosidad de los árboles, se veía un cielo iluminado solo por la gran luna llena y sus hermanas, las estrellas.

Glerath estaba sentado en medio del claro, con las piernas cruzadas, esperando. No sabía a qué atenerse con el mensaje que había recibido, pero el punto de encuentro era demasiado cerca del gremio y eso le provocaba un profundo estado de nervios.

La mañana anterior había estado paseando por el patio viendo a sus hermanos entrenar con dureza, pues desde que se habían levantado rumores de guerra, los Hijos de Dahyn estaban a la espera de que hubiera una sublevación. Entonces uno de ellos se había acercado a él con una nota.

—Maestro, han traído este mensaje para vos. —Gracias, hijo.

Cuando la abrió únicamente decía: «Reúnete conmigo en el bosque esta noche. Ven solo, no quiero problemas. V». No necesitaba leer más para saber de quién se trataba. Corrió hacia la puerta del gremio, pero ya no había nadie.

—¿Quién te dejó esta nota? —Glerath tenía una expresión dura, tensa, por lo que el muchacho se asustó.

—No... no lo sé señor. Era un anciano con un bastón. Dijo que vos sabríais de quién se trataba. Entonces, el líder de los Hijos de Dahyn respiró hondo; no era culpa del pobre chico que había
hecho de recadero.
—Tranquilo, hijo. Sé de quién es, solo quería asegurarme si aún seguía aquí para hablar con él. Buen trabajo. —Se marchó hacia sus aposentos.

Ya su mente había vuelto al bosque, no importaba el pasado pues ahora mismo se iban a encontrar si él cumplía su promesa. Y así fue porque nada más levantar la mirada, Glerath vio a su viejo amigo de pie, frente a él, tan sigiloso como siempre.

—Bonita noche, ¿verdad? —dijo con total naturalidad.

—Sí, eso parece. Y lo que también parece es que no has cambiado nada en absoluto, Vryëll. —Glerath se puso en pie, para estar a la misma altura que su enemigo, aunque este era bastante más bajo que él y más delgado, pero quien lo había visto en combate sabía que su apariencia no era ningún dato relevante.

—Bueno, amigo mío, los tiempos cambian y uno tiene que adaptarse como puede —dijo sentándose en el suelo y dejando a su lado tanto el escudo como la espada—. Por ejemplo, tus chicos han mejorado mucho desde que eres el maestro. Mi más sincera enhorabuena.

Glerath frunció el ceño, tratando de contener la rabia que le recorría las entrañas. —¿Cómo puedes ser tan cínico? ¿Cómo pudiste...?

—Lo siento. No quería matarlos, pero estaba en el lugar equivocado en el momento equivocado.

—¿Esa es tu excusa? Creía que eras diferente a tu raza, pero ya veo que me equivocaba por completo.

De pronto, la apariencia de tranquilidad de Vryëll se vio alterada.

—Ni se te ocurra volver a compararme con esos monstruos —dijo apretando los dientes—. Tuve que matarlos porque fueron ellos quienes me atacaron primero, yo solo me defendí.
—Déjate de tonterías y dime de una vez por qué me has hecho venir al bosque. Quiero volver con los míos cuanto antes.

Vryëll se levantó y se quedó frente a él.

—Tus hombres han secuestrado a alguien de los nuestros, y quiero que me la devuelvan sana y salva.

—¿Qué? Eso no es cierto, ningún miembro del gremio ha secuestrado a nadie.

—Sí, en la Montaña Nubia, se llevaron a un lia'harel, una mujer. —De pronto Vryëll bajo el tono, amenazador—. Mira, Glerath, he venido aquí porque no quiero que haya más problemas, no quiero que vivamos el pasado de nuevo. Devuélveme a la chica y nadie se enterará de esto, te doy mi palabra.

La Sombra de MiradhurDonde viven las historias. Descúbrelo ahora