Capítulo 14

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4 de febrero – Cain

Cuando la puerta automática del hospital se abrió ante él, se sintió como un rockero desafiante entrando a la cárcel tras su primera detención. Hubiera deseado algunos flashes y un público de fans entregados gritando su nombre, pancartas con insultos y un poco más de escándalo. Pero generalmente, cuando un chaval anónimo acude al hospital, lo máximo que puede esperar es la mirada indiferente de celadores y recepcionistas y ser ignorado por el resto de la concurrencia. Cain, en previsión de esto, había vuelto a peinarse con fijador y a maquillarse los ojos, recuperando sus prendas oscuras con hebillas y sus camisetas de red para llamar la atención. Aunque fuera sólo un poquito.

Aquel día se sentía rebelde. Estaba allí casi en contra de su voluntad, y aquel uniforme provocador iba a la perfección con su estado de ánimo. Además, siempre le hacía sentirse más fuerte, más seguro. Por otra parte, que volviera a vestir su antigua indumentaria había parecido irritar en cierto punto a Gabriel, así que el joven se encontraba maliciosamente satisfecho cuando pisó la recepción del centro de salud.

Una anciana le miró, escandalizada. Cain le devolvió una sonrisa burlona.

—Buenos días.

La anciana apartó la vista.

El profesor entró detrás de él con su abrigo largo y el cabello recogido. Se acercaron al mostrador a recoger dos números para las analíticas. Después, Gabriel le puso la mano en el hombro y le empujó con suavidad hacia uno de los pasillos. Cain se zafó de sus dedos con habilidad y le miró de soslayo.

—Puedo andar solo, muy amable —espetó.

—Cain, no seas niño —respondió el profe, sin inmutarse.

«Será imbécil». Vocalizó el insulto, sin llegar a pronunciarlo y atravesó el pasillo con las manos en los bolsillos de la cazadora de cuero. Luego subió por las escaleras, camino de la primera planta, manteniendo un silencio hostil y la barbilla bien alta.

La semana estaba resultando un auténtico desastre. Absolutamente.

Por una parte, había conseguido reunir valor para llamar de nuevo a sus amigos tras la huída del fin de semana y su accidente con Lieren. Ruth le había echado una buena bronca, pero había terminado por perdonarle. Samuel era demasiado flemático como para darle importancia a una desaparición de tres días. Berenice, en cambio, le mandó a la mierda sin tapujos. Cain sabía que no era rencorosa, pero sus reproches certeros y crudos le habían llegado a herir. «Pasas de todo el mundo, David. Te crees que estás solo en la vida, que cuando tienes problemas la solución es salir corriendo y dejar a todos atrás, sin ninguna explicación. No tienes la menor consideración con los sentimientos de los demás».

Cain no había sabido cómo defenderse de aquello, aunque consideraba que algunas de las cosas que Nice le había echado en cara eran injustas, o al menos, tenían explicación. Pero ella no le dejó hablar y después le colgó el teléfono. Deprimido, Cain intentó no mirar atrás y se centró en buscar trabajo y pasar página de una vez. La búsqueda de empleo fue tan frustrante o más que las conversaciones con sus viejos amigos.

Por si esto fuera poco, el brutal asesinato de Lieren había aparecido en varios periódicos, en uno como parte de un reportaje sobre el crimen organizado, las drogas y la prostitución y en otro en la página de sucesos. En este habían entrevistado al agente al cargo del caso. La policía, dado que la víctima pertenecía a una célula dedicada a la trata de blancas y el tráfico de drogas —cosa de la que Cain no había tenido conocimiento hasta leer esa noticia— consideraba el ajuste de cuentas o el crimen pasional relacionado con el negocio como los móviles más factibles. Aún estaban recogiendo pruebas y habían abierto varias líneas de investigación.

Flores de Asfalto I: El DespertarWhere stories live. Discover now