Capítulo 21

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10 de marzo — Cain

I saw her once and then no more

‘t was Edens Light on earth a while

She passed along the meadow floor

Spring seemed to smile

and then no more[1]

Cain todavía no se lo había terminado de creer. Habían regresado al vehículo y estaban apoyados en la carrocería mientras esperaban a que él se acabara el cigarro. Al salir de La Caverna habían empezado a temblarle las manos y necesitaba el tabaco para calmarse la ansiedad, aunque era una ansiedad en parte jubilosa a la cual estaba poco acostumbrado.

Ruth había puesto música en el equipo de música del coche, dejando la puerta y las ventanillas abiertas. Ella y Berenice estaban cantando. La melodía étnica resonaba, se expandía, haciendo volver la vista de cuando en cuando a las criaturas de la noche que pasaban cerca de su pequeño ecosistema. Las dos chicas habían empezado a bailar, moviendo los brazos con lentitud en el aire como aprendices de hada, sonriéndose. Samuel saludaba con la cabeza, señorial y sereno, a los que se quedaban mirándolas más tiempo de la cuenta. Entonces no tardaban demasiado en darse la vuelta y seguir su camino. Cain escuchaba, observaba, se esforzaba en sentir los pies en el suelo. El mundo volvía a emborronarse, brumoso y onírico tras el humo del cigarro.

Sentía alivio, pero también volvía a tener esa impresión aterradora de irrealidad.

De vez en cuando creía captar una mirada hostil en algunos transeúntes, sólo para darse cuenta al cabo de unos momentos de que no era más que su imaginación. O eso era lo que se decía a sí mismo. Suspiró profundamente y exhaló el humo por la nariz, bajando la mirada hacia sus pies. Ahora se había liberado. Todo había acabado. Podía volver a ser él mismo, David. El de verdad, el real.

—¿Qué te preocupa?

La voz de Samuel le sacó de sus pensamientos.

Miró a su amigo. Ambos estaban apoyados en el maletero. Él no le estaba mirando, su rostro y su atención parecían vueltos hacia las chicas, pero Samuel muchas veces parecía tener sentidos expandidos o algo así. El tío era capaz de captar el estado de ánimo de sus amigos sin dificultad, sin siquiera ver sus gestos. Siempre había sido así, desde el instituto.

—No estoy muy seguro —admitió Cain—. Supongo que ahora ya no tengo excusas para cagarla, y eso siempre… ya sabes. Acojona.

Samuel se rió por lo bajo, asintiendo. Se preguntó por qué asentía.

—Ya. Es lo normal, creo. —Se ladeó un poco para mirarle directamente—. La libertad es responsabilidad, y la responsabilidad impone mucho respeto. Sobre todo cuando no estamos acostumbrados a ella.

—Debe ser eso.

— Respeto y miedo a fallar. Fallarnos a nosotros mismos o a otros —añadió Samuel.

—¿Por qué hablas en plural?

—Es mayestático —respondió el chico, alzando las cejas con una mueca teatral.

Cain se rió por lo bajo, aunque no estaba seguro de que Samuel estuviera bromeando. No del todo. Parecía saber muy bien lo que él estaba viviendo en ese momento, y le extrañaba. Tal vez Samuel había tenido experiencias parecidas. Se dio cuenta entonces de que nunca había pensado demasiado en él, en los problemas que pudiera tener, en sus inquietudes o pequeños dramas cotidianos. Samuel parecía no tenerlos. Era un chico vistoso, sí, rebuscado y anticuado en el hablar, en el vestir y en su comportamiento, pero nunca parecía agobiado, triste o taciturno. Nunca se quejaba de nada. Nunca hablaba de sus cosas. Cain tampoco le había preguntado: existía entre ambos una especie de pacto de silencio en el que se comprendían y apoyaban sin necesidad de intimar demasiado.

Flores de Asfalto I: El DespertarWhere stories live. Discover now