7

50.5K 2.5K 606
                                    

Me visto elegante pero recatada, no pienso crearles ningún morbo y voy a ser totalmente profesional.

Subo al ascensor y bajo. Mi jefe está sentado en esa misma butaca de siempre. Lleva un traje gris precioso, está guapísimo, sexi y elegante. Mi interior se estremece.

Dios. Tengo que volver a pillar el truco a mi autocontrol.

—Está deslumbrante, señorita Clark —barajo la opción de subir y cambiarme pero no me deja. Se pone a mi lado y poniendo su mano en mi espalda sutilmente, vamos a la limusina.

Espero que cumpla su palabra y no le permita nada, ni palabras ni actos a Dominik. Me mira fijamente y me planteo que quizás debería decirle lo del hotel, lo que sé y lo de Dominik y su insistencia por "jugar". Pero al recordar a Erika y Kurt me trago las ganas de pedirle explicaciones.

—¿Quieres decirme algo? —y es una afirmación. Niego— le tengo dicho que no me mienta...

—Me preocupa el señor Müller —es una verdad a medias.

—Ya le he dicho, señorita Clark, que Dominik no se acercará a usted. La cena es estrictamente laboral.

Quiero gritarle lo que me dijo ese cabrón de que por ser la ayudante de Erik podía "jugar". Quiero gritarle el nombre de Erika y ver que cara se le queda.

Cierro mi mano con fuerza, mis uñas se clavan en la palma de mi mano. Estoy nerviosa, asustada, atacada. Lucho contra toda esa mezcla de emociones para recuperar el autocontrol. No puedo perder el control, tengo que retomar el salir a correr para desfogarme, esta falta de concentración y control es por eso...

—Señorita Clark... —coge mi mano y la abro— va a hacerse daño.

Llegamos a la mansión de Müller, es una mansión increíble. Admiro el lujo y me olvido por un momento donde estoy. Suelos de mármol, techos altos, escaleras infinitas...

—Buenas noches —cuando escucho a Müller vuelvo al lado de Erik.

—Buenas noches —Erik le estrecha la mano y yo no dejo que acerque su boca a mi mano, así que se la estrecho rápido y firme.

Erika. Erika. Erika.

—Entremos al comedor, por favor.

Dominik no me quita el ojo de encima y noto el enfado in crescendo de Erik. Por mucho que intenta seguir hablando de trabajo, el alemán no para de mirarme y me pone incómoda. Erik lo nota y lo que hace me descoloca, su mano baja debajo de la mesa y se pone en mi muslo. Como la mesa es de cristal y lo único que hay encima son salvamanteles individuales, Müller lo ve y su sonrisa se desvanece. No sé que pensar, es un acto totalmente posesivo, le está diciendo a Müller que soy suya. Algo aturdida y abrumada por miles de sentimientos aparto mi pierna incomoda y su mano cae. No pienso ser un trozo de carne.

—Señor Müller, señor Dagger. Si me disculpan, volveré a mi hotel —me levanto y dejo la servilleta sobre la mesa.

Salgo de esa casa con una mezcla de inquietud y ahora... adrenalina. Me siento bien por haberles demostrado que, evidentemente, yo, y solo yo, mando sobre mi.

—Llévate la limusina, hablaremos en el hotel —lo escucho a mi lado y veo como le hace un gesto rápido a un hombre enfundado en un uniforme de botones de hotel.

—¿De qué hay que hablar? —digo en tono pasivo-agresivo.

—Aquí no, Mia. Sube a la limusina y espérame en el hotel.

—No eres nadie para mandarme —exploto. Adiós autocontrol— eres mi puto jefe.

—Mia Clark, no me montes aquí un numerito. Espera en el hotel. Ahora —me coge del brazo y me lleva a la limusina que me espera con la puerta abierta.

MIA, ERES MÍA Where stories live. Discover now