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A las ocho y media sigo trabajando, pues como Erik se va una semana y me lo ha dicho tan repentinamente los aplazamientos y otros asuntos me han venido nuevos.

Pero dispuesto a no dejarme acabar, Erik se pone delante de mi mesa.

—Vete a casa.

Y hoy, extrañamente, todo el mundo se ha ido puntual a casa.

—Déjeme acabar esto, señor Dagger.

—¿Qué es?

—Son... bueno, Peter me ha pedido un favor.

—¿Peter? ¿Qué favor?

—Bueno, me ha pedido que mire cuanto costarían unos nuevos contenedores para transportar...

—¿Y porqué ese imbécil no me ha informado? cuestan una fortuna —suspira enfadado.

—Erik ¿Qué ha pasado en Alemania? —hago una brevísima pausa—. Sé que no es asunto mío, pero des de que te han dicho que tienes que ir o tu lo has decidido... no lo sé. Tu humor no cambia mucho y se basa solo en enfado.

—¿Y qué conclusiones sacas?

Esa pregunta me pilla desprevenida.

—Pues sinceramente, creo que he hecho algo que te ha hecho enfadar.

—No Mia. Creo que ahora mismo eres la única persona que no me ha decepcionado. Es más, si no fuera por ti, habría mandado mi empresa al infierno esta mañana y habría ido a asesinar a Dominik y a mi padre.

Una pista. Tiene que ver con la empresa, Dominik y su padre.

—¿Puedo invitarte a cenar? —sonríe.

—¿Tú a mi? pensaba que andabas mal de dinero.

—Te vas mañana una semana, quiero invitarte. No te prometo un banquete ni un exquisito menú cinco estrellas. Pero mi compañía es buena —me encojo de hombros algo más relajada por que sonría y haya admitido que no estaba enfadado conmigo.

—Tu compañía es la única que me hace no perder los estribos —asiente complacido—. ¿En tu casa?

—Sí.

—Nos vemos allí en media hora.

—No se tarda tanto.

—Quiero recoger algo en casa antes.

—Pues en media hora en mi casa.

Él se adelanta cuando le convenzo de que solo serán cinco minutos más. Al verlo alejándose hacia el ascensor me doy cuenta de que estoy viviendo algo fuera de lo normal. Creo que Erik puede ser perfectamente uno de los hombres mas sexis del mundo y me quiere a mi, prefiere mi compañía y el sexo conmigo cuando podría tener a cientos de mujeres en su casa si quisiera.

Como me ha dado media hora, voy a comprar algo de comida a un supermercado cercano a casa. Voy corriendo y meto el vino en el congelador y guardo todo lo demás en la nevera excepto los alimentos básicos. Me cambio de ropa y me pongo algo "casual" pero de lo más sexy. Es una blusa de manga larga con transparencias bastante sugerente y una falda con vuelo. Me recojo el pelo en un moño desordenado y dejo caer algunos mechones mas rubios por mi sien. Me pongo un poco de maquillaje y me pongo a cocinar.

El timbre suena justo a la media hora, como me había dicho. Abro la puerta y le hago subir, escucho la puerta cerrarse pero no me giro, si lo hago se me va a quemar la carne.

—Huele de maravilla —me susurra. Siento todo su cuerpo contra el mío, me da un beso leve en el cuello y lo ladeo de inmediato.

Se separa y algo fastidiada sigo con mi trabajo. Lo miro por el reflejo de la ventana que tengo delante, me observa detenidamente y sonríe levemente. Como si su mirada no me pusiera a cien, saco mi teléfono y pongo algo de música, una música, sugerente pero suave que queda de maravilla de fondo.

MIA, ERES MÍA Where stories live. Discover now