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La ceremonia es preciosa. Veo a más de una llorando y a sus respectivas parejas mirarlas con horror. Erik no me observa, yo a él si. Está serio y cabreado... medio alemán de hielo.

Iré con él a Alemania. Me he vuelto adicta a él, a sus juegos, a su cuerpo, a la manera en como me folla.

—El labio, pequeña —me susurra en el oído— ¿En qué piensas?

—En ti follándome.

—Espero que esos pensamientos sean tan buenos como los que me están viniendo a mi a la mente...

—Mejores.

Pone su mano estática en mi pierna y su dedo índice hace pequeños círculos.

Cuando se dan el sí quiero y nos anuncian que el banquete va a celebrarse en el interior de esa gran casa. Erik vuelve a cogerme por la cintura y el motivo es el guapísimo Aaron que se acerca a nosotros.

—Aaron.

Es él quien se inclina para darme un beso a pesar de que Erik le deja claro que no puede tocarme.

—Estás guapísima.

—Gracias Aaron.

—Erik —hace un seco movimiento con la cabeza.

—Aaron —mi medio alemán de hielo solo dice su nombre, casi con desprecio.

Es oficial. Se odian.

—¿Me guardas luego un baile?

Sonrío a Aaron. Es que es imposible no sonreírle.

—Claro.

—Genial, hasta luego.

Aaron se marcha y los labios de Erik se acercan a mi oído.

—Eso es un depredador.

—Aaron es un amigo, Erik. E iba a venir con él antes de que me lo prohibieras, así que lo mínimo que puedo hacer es bailar con él.

—Vamos a comer antes de que encuentre un buen sitio en el que castigarte.

Vamos directos hacia un gran comedor donde hay docenas de mesas listas para recibir a los comensales.

Erik se sienta a mi lado y delante de nosotros, en la mesa redonda hay parejas jóvenes, como nosotros. Claro que nosotros no somos ni una pareja ni no paramos de besarnos acaramelados.

Recuerdo cuando yo era así con Mark. Me gustaría preguntarle des de cuando me engaña. Me encantaría saber cuando se torció todo, en qué momento dejó de quererme. Por qué me quiso, tanto o igual como yo le he querido a él.

—¿Estás bien? —me susurra Erik.

—Demasiado amor —le respondo.

Aunque gritara, esos tortolitos no se darían cuenta de nada. Están ensimismados entre ellos, mirando todo lo bueno que tiene el otro.

—Pensaba que te gustaba.

—Si me gustara no estaría contigo.

Y ese comentario ha sonado peor que en mi cabeza. Su mirada me lo dice y mi yo interior me regaña. Quería decir que Erik no es romántico y no me importa, nunca me han gustado las cosas demasiado acarameladas...

—Puedo ser romántico —me dice al cabo de un rato donde yo he hablado con una de las chicas mientras su pareja discutía con Erik.

—No. Pero no me importa.

Erik romántico... no me lo puedo imaginar. No sabe hacerlo.

—Pues estabas casada por que te gustaba lo romántico y el amor, y todo eso —su tono mordaz me pone a la defensiva.

MIA, ERES MÍA Donde viven las historias. Descúbrelo ahora