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Y por su mirada, sé que el juego va a ir a más.

Me quita la fina y corta bata de seda y se aleja un poco. Ladea la cabeza y observa con atención mi desnudez.

Es extraño, a medida que pasan los segundos y su mirada sobre mi, me siento más excitada.

-¿Señor?

-¿Sí?

Ven aquí ya de una vez. Joder.

Y como si me leyera el pensamiento. Se acerca a mi y me besa. Suelto un gemido casi al momento y sonrío un poco, esas sonrisas suyas tan pequeñas que casi son inapreciables.

Me coge de la mano y me lleva hacia la habitación de juegos. Su mirada es dura, intensa y me mira con fiereza. Agacho la mirada y me miro los pies. Mi respiración se ha vuelto irregular.

-Las normas siguen.

-Sí, señor.

Coge un antifaz de una de las vitrinas y me tapa los ojos. Lo escucho andar y me excita no saber dónde está.

Me da un beso en el hombro y me muevo por un terrible escalofrío.

-Estate quieta, nena.

Noto el calor de su cuerpo delante de mi. Me besa y me conduce a ciegas hacia atrás. Mis piernas chocan contra el colchón y caigo. Me quedo abierta de piernas por el imprevisto.

-Preciosa -murmura. Cierro las piernas- no, nena. Ábrelas. Quiero verte -Quiero decirle que me muero de vergüenza. No verle la cara me pone de los nervios- quiero ver lo afortunado que soy -dice por mi tatuaje. Sus manos se escurren por mis muslos y las abre lentamente. Jadeo excitada. Escucho el sonido de... un vibrador. El ruido se apaga y noto que pone algo sobre mi clítoris. El ruido vuelve y eso que ha puesto empieza a vibrar.

-¡Erik! -gimo con fuerza- ¡Ahh! ¡Erik! -jadeo. Respiro pesadamente. Siento tanto calor que creo que voy a quemar la cama. Introduce sus dedos en mi interior.

-Me fascina como te preparas... -los mueve y eso acaba por matarme.

Me remuevo sobreexcitada, visualizando el clímax y ese placer tan abrumante. Para de golpe. Quiero quejarme, pero eso no es buena idea. Me levanta de la cama y coge mis manos, me las conduce hacia lo que creo que es uno de los postes de la cama y me hace cogerlo.

-Inclínate -su tono es diferente. Extraño. No es él- Más. Más. Así.

Formo un ángulo de noventa grados perfecto. Me separa las piernas con brusquedad, pasea sus dedos por el interior de mis muslos y jadeo.

-¿Palabras de seguridad?

-Rojo, amarillo y verde, señor.

-Seguiremos con algo suave.

-Sí, señor.

Me golpea el trasero con su mano y después de escucharme gritar. Me penetra con fuerza.

Me embiste con fuerza tantas veces que pierdo la cuenta. El bamboleo de sus caderas me vuelve loca. Mi interior empieza a contraerse y lo aferra antes de correrme. Me agarro con fuerza al poste y aguanto en esa posición, aguanto su ritmo, sus exigencias. Todo esto me vuelve loca.

Mientras sigue, me deja el trasero rojo, lo noto arder por sus azotes. Pero ese pequeño dolor se hace delicioso a medida que visualizo el clímax. Dolor y placer. Placer y dolor.

Mi interior se contrae y sin poder mas me corro, cuando lo hago, se corre también con dos durísimas embestidas más que me hacen gritar.

Sale de mi interior y me tumbo en la cama sin saber si tengo o no permiso. Noto el colchón hundirse a mi lado, se ha tumbado. Me quita la venda de los ojos.

MIA, ERES MÍA Where stories live. Discover now