XXXIV

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CHLOE

Salí de casa de mi madre, con sus palabras aún resonando en mi mente y pensando en que era lo que debía hacer.
De algo estaba segura, aquí no podía seguir.
Y por más que deseara todo lo contrario, con Marcus tampoco.
No era seguro para ninguno estar juntos, mas problemas iban a surgir tarde o temprano si esto no lo deteníamos ahora.
Me encamine hacia la dirección de mi departamento, todo seguía intacto, desde la última vez que hablé con Hannah diciéndole que iba a aceptar la propuesta de Esteban, hasta ahora nunca me había puesto a pensar en todo lo que cambió en mi vida desde ese momento, todo lo que descubrí, las personas que conocí y la gente que perdí.
Me había encariñado con Jane, ella quería vivir, ser libre y ser ella.
El recuerdo de nuestra conversación cuando bajó al sótano a verme sin que Marcus supiera llega a mi cabeza.

—Marcus es un idiota. –Masculla ella. —Enserio creyó que me comí el cuento de tu muerte y la ropita con sangre. Por cierto. Buen trabajo matando tantas personas, nunca te creí así.

Sonreí apenas. Estaba cansada pero no podía no quedarme un rato hablando con ella, es una persona muy fácil de querer. Me alegrará considerarla una muy buena amiga en un futuro.

—Supongo que le vas a decir que sabes ¿No? –Ella asintió y se sentó en el sofá de ese "sótano" dónde me estaba quedando. —Que difícil es todo eso ¿no crees? –Le pregunté. Jane alzó sus hombros arriba con una expresión indiferente.

—Supongo que es lo que nos tocó vivir. Para algunos es el karma, y a otros los convierte en karma. –Contestó. —En mi caso, creo que me tocaba.

—¿Por qué dices eso? ¿Qué tan mal pudiste hacer para creer que es tu karma? –Indagué. No conocía mucho su historia y era algo que en verdad me interesaba.

—Pues... No todos tenemos un pasado encantador, creo que ya lo sabemos bien. –Asentí de acuerdo con ella al cien porciento. —Mi vida no estuvo llena de sangre y acuerdos de matrimonio como la tuya y la de Marcus, pero si fue traumática.
Viví en una familia repleta de homofobia. Nunca les había contado de mis preferencias sexuales por ese motivo, sabía que eran estrictos con eso, entonces no les había dicho de ella. –Me contó.

—¿A qué te refieres?

—Yo tenía novia. Elia. La amaba más que a nadie en este maldito mundo.
Ella era dulce, pero a la vez fuerte y segura de lo que quería. Tal cual como tú. –Confesó. De pronto, esa mascara seria y sin expresión con la que habíamos empezado a hablar se esfumó. Sus ojos empezaban a llenarse de lágrimas contra las cuales ella estaba luchando por no soltar, se notaba a lejos que era algo que en verdad la angustiaba y necesitaba sacarlo. —Mis padres se enteraron. Y su reacción no fue para nada buena.
Inventaron que ella había intentado abusar de mi, los padres de mi novia no podían creerlo, me obligaron a decir que era cierto, por mas que ella se resistiera y me pidiera que dijera la verdad, yo no podía negarme, ellos me amenazaron. Elia me miraba con odio cuando supo que confirmé la mentira. 
La mandaron a una especie de "reformatorio" no solo por haberme "abusado" según mis padres, si no que también para quitarle la "enfermedad" que estaba "contagiándome"
A mí me "curaron" en casa, querían que saliera con chicos y me olvidará de todo lo que para ellos era una estupidez.

>> Pero a Elia le tocó la peor parte.
Elia... Murió de una sobredosis en ese hospital o reformatorio, la habían medicado mal, no se toleraba que la homosexualidad no fuese una enfermedad si no un estilo de vida, entonces se aseguraron con pastillas de quitarla.
Yo me enteré un año después, los padres también habían muerto por una enfermedad que se contagiaron en el extranjero, fueron traídos aquí, y enterrados junto con ella en el cementerio.
Una noche yo me escape de mi casa a las 3 de la mañana con una masa en la mano.
Estaba dispuesta a partir las lápidas de esos idiotas que acabaron con la vida de mi Elia
Y la policía llegó.                                       
Mis padres me echaron de casa seguido de eso, desde ahí toda mi vida es por mi cuenta. –Finalizó. Con sus dedos secaba sus ojos lagrimados y trataba de formar una sonrisa la cual era poco confiable.

—Eso fue terrible Jane. –Dije con tristeza. —De verdad es muy triste.

—Si. –Confirmó. —Yo le prometí que iba a vivir para mantener su recuerdo. - La chica seguía evitando llorar frente a mi, pero se le hacía casi imposible. —Chloe, se vienen cosas muy fuertes... si yo... - Le costaba hablar —Si yo no vivo... quiero pedirte lo mismo, vive por mi, vive por ella. Ayúdame a mantener ambas memorias en este mundo. 

—Jane tu no vas a morir. - Aseguré, pero no parecía ayudarla mucho, lloraba desconsoladamente y yo no sabia que hacer. —Escúchame. - La llamé, ella me miró como pudo y con la fuerza que podía en ese momento. —Muchas personas murieron estos meses, pero te aseguro que tu no serás una de ellas. - Eso pareció calmarla. 

Supongo que la vida no es justa con todo el mundo. A mi ahora me tocaba cumplir con lo que me pidió. Vivir por ella y su novia. 

Pero no voy a poder hacerlo si sigo aquí.

Corrí a mi habitación en busca de lápiz y papel ¿Cómo iba a ver a Marcus sin sentir culpa por después irme? Quizás es lo mas cobarde que pude haber hecho, pero para mi es la única forma que tengo de poder escapar. Con la carta sobre la mesa y el lápiz en mi mano derecha comencé a escribir mi despedida, explicarle el motivo y pedirle por favor que me perdonara. No pude evitar dejar caer lagrimas sobre la hoja ya terminada. La cerré y le puse mi nombre en ella. 

Esto había acabado. 

Muertes Placenteras [EN EDICIÓN]Where stories live. Discover now