10. Su otro motor

61 18 1
                                    

Si te gustó no olvides votar, comentar y compartir la novela. Te agradezco mucho el apoyo ♥


Se puso muy nerviosa, por poco se arrepintió de lo que haría. No estaba así porque al salir del trabajo tendría el resto de noche libre para su cita con Gustavo, sino por lo que él le propuso, de llevarla al bar en su motocicleta.

Se halló acorralada; con su arrolladora manera de ser le explicó que, para llegar a su destino usarían su medio de transporte predilecto, a lo que no se pudo negar. A donde irían era un lugar casi a las afueras de la ciudad, sería complicado encontrar transporte público o un taxi que los dejara allí, además no quiso ser descortés cuando él se ofreció a llevarla.

Así que se encontraba atrás de Gustavo, quien la guio al sitio más apartado del estacionamiento para empleados, donde ubicó varios vehículos, entre esos una moto lo bastante grande para que la adrenalina le calara la piel. Era la primera vez que montaría en un aparato de esos, le resultó tan intimidante que no se creyó capaz de encaramarse en él, pero así, dubitativa, cogió el casco que Gustavo le cedió para su protección.

—Será divertido, ya lo verás —animó su acompañante con presunción. Su gesto divertido le mermó la ansiedad, aunque no sus ganas de desistir.

No supo por qué tenía tanto miedo, tal vez porque tendría que ir en la parte trasera, sosteniéndose a lo que fuera para no caerse o porque se acordó que en un vehículo de dos ruedas se iba a tanta velocidad, siendo un peligro inminente.

Reparó en Gustavo mientras, aun nerviosa, se colocó el casco cuyo tamaño y peso eran considerables para su pequeña cabeza, más cuando las mejillas se le apretaron por el interior recubierto. Trató de ajustarse la correílla que aseguraba el casco por debajo de su barbilla, pero no pudo, así que, indecisa, esperó a que su amigo acabara de alistarse y de sacar la chaqueta de cuero de su mochila.

Al darse la vuelta, a Gustavo le resultó graciosa Mérida; su cabeza en apariencia gigante no encajaba con su delgada contextura por lo que rio agraciado, algo que alarmó a la aludida.

—¿Qué pasa? ¿Me lo puse mal? —preguntó, atareada, tanteando el casco para encajarlo mejor.

—No —contestó el hombre, más repuesto—, nada. Mejor ven te lo coloco bien.

Tendiendo su chaqueta en el asiento de la moto junto con su mochila, fue hacia Mérida quien quieta, observó cómo le ajustaba la correa bajo la mandíbula. Aunque fuese irrelevante la puso más ansiosa que antes por la manera en que veía, serio por estar concentrado en su labor. Se forzó a enfocar otro lado para no pensar en que pronto estarían más cerca, en la intimidad de una conversación que no iría de trabajo.

—Listo —avisó, sonriente, expresión que Mérida distinguió a pesar de que el casco le cubriera la boca.

Desde que platicaron esa vez en aquel pasillo de la bodega, ella analizó cómo se expresaba; los ojos de Gustavo se achicaban cuando sonreía en amplitud, formándose unas pequeñas arruguitas en las esquinas, siendo ese el gesto que más le gustaba de él porque lucía menos rígido a como lo creyó antes de que cruzaran más que un «hola» o «adiós».

Sumida en sus pensamientos, no se dio cuenta que Gustavo cogió la chaqueta de cuero para tenderla sobre sus hombros, consiguiendo que se sobresaltara un poco.

—Tranquila —comentó entre risas mientras le sostenía el brazo para que lo deslizara por la manga. Aun aturdida, permitió que le pusiera la prenda y se la abotonara—, es por tu seguridad, reglas de tránsito, ya sabes. —Tan pronto concluyó, se dio la vuelta para rebuscar en su mochila un reflector que le puso por encima.

Lamento Meridiano ©Where stories live. Discover now