16. Era tarde, demasiado tarde

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El siguiente capítulo contiene lenguaje y escenas explicitas. Se recomienda discreción.

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Era tarde, demasiado tarde.

Gustavo no tuvo la mala intención de dejarla dormir un poco más por lo que no se molestó cuando la alarma en el celular sonó a las ocho de la mañana.

Entre el afán de salir del apartamento casi se le olvidó la ropa que traía puesta; ni siquiera le importó si su ropa estaba seca, tal como estaba se la puso. Tampoco tuvo cabeza para despedirse del hombre que le dio la mejor de las veladas. Le pesó en la conciencia irse sin decirle nada, ni siquiera ayudó el que aun durmiera sobre la cama cómplice de los besos que se dieron. No quería que se levantara pensando que lo abandonó o que lo utilizó, pero no podía hacer nada cuando el tiempo corría en su contra.

Mientras trotaba por las calles para llegar a la vía principal y tomar el transporte público, se reprendió por su falta de consideración. "Anoche debiste ser clara, ¡pero no!, seguiste como necia en ese jueguito idiota que te costará una buena mentada", se reprendió tantas veces que ya no pudo con la culpa, más cuando el bus con su ruta no pasaba.

Rogaba porque David no hubiera llegado; no sabía a qué hora lo haría, lo más seguro era que antes del mediodía ya estuviera en el apartamento. ¿Qué haría si él estaba y le tocaba la ropa, si se acercaba y olía la colonia de Gustavo? Fue tanto su pavor que entre su bolso rebuscó un pequeño frasco de perfume para rociarse un poco. A su vez sacó el celular para mandar un mensaje de texto a su vecina que vivía un piso abajo. No la tenía agendada por lo que tuvo que echar memoria de su número de contacto para mensajearle.

Mérida
Juli ¿Sabes si David ya llegó?

Contó los segundos que se le hicieron eternos. Para su buena suerte obtuvo pronta respuesta.

Julieta
Cariño, no sé. ¿Por qué me preguntas? ¿No estás en casa?

Mérida
No, anoche tuve un inconveniente y no pude llegar.

Julieta
¡Ay, cariño, no me digas eso! Deja veo si está.

El tiempo de espera que era corto le fue mortal, siendo peor la angustia cuando le llegó la respuesta que no quería.

Julieta
¡Ay, si, cariño, ya llegó! Su carro está estacionado donde siempre. ¡¿Dime dónde estás?! ¿Te cubro o voy por ti?

Más que su vecina era su amiga, su salvavidas en situaciones así, no obstante, esa vez necesitaba más que eso para salir del embrollo en que se metió.

Revisó el listado de mensajes y no hubo ninguno de David, ni para preguntarle si estaba bien en su ausencia o algo, lo que la inquietó más. De inmediato se resignó a que debía afrontar las consecuencias.

Julieta
Dile que estabas en mi apartamento echando chisme.

Mérida
No quiero meterte en problemas.

Julieta
¡Me vale huevo, cariño! Tú dile que luego vemos cómo arreglamos.

Suspiró un poco más aliviada por esa solución, la única viable. Para quitarle peso a su preocupación, apareció el dichoso bus por lo que en el trayecto de espera a arribar a su hogar repasó bien la excusa que daría a su esposo.

Los nervios no la abandonaron, yendo en aumento cuando entró al conjunto residencial. Debía relajarse si no el miedo la delataría.

Caminó tensa, directo al edificio donde quedaba su apartamento, dándole un vuelco el estómago al ver el particular auto negro de su marido. Continuó sin vacilar, con el corazón a mil revoluciones, repasando lo que diría. "Estabas donde Julieta y eso es todo, si pregunta improvisa como bien sabes".

Lamento Meridiano ©Donde viven las historias. Descúbrelo ahora