38. Hola

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No paraba de tocarse la cabeza; odiaba admitirlo, pero le gustaba sentir lo rasposo de su cabello

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No paraba de tocarse la cabeza; odiaba admitirlo, pero le gustaba sentir lo rasposo de su cabello. Llevaba años sin cortárselo así de bajo, casi al ras a los costados, un corte de moda, estilizado, no tan llamativo ni de típico gomelo.

Culminado el bachillerato se lo dejó crecer, inspirado por los artistas que escuchaba, por creerlo un acto de osadía contra sus padres que desde siempre se apegaron a las absurdas reglas de los colegios privados a los que asistió. Volver a esa etapa donde la presentación personal era vital para que pudiera estudiar, o en este caso, trabajar en un puesto mejor al anterior, lo frustró e inquietó por partes iguales.

Lo detestaba, el apegarse a las normas con tal de aspirar a algo mejor que ser un cargador de bodega, fue algo que no pudo rechistar. Porque aparte de renunciar a su estilo despreocupado debía ser puntual, vestir ropa apropiada, cuidar su vocabulario y dar un buen trato a sus superiores, algo que en su anterior trabajo no era motivo de despido sino de un reporte que no significaba nada que perjudicara su permanencia. La ansiedad se sumó cuando comprendió que los dos años que estuvo en el almacén no significaban nada ante el empleo que hacía un mes empezó en forma.

Porque no era sólo ser carismático con el cliente, también era conocer el producto que ofrecía, convencer a los futuros compradores que era la mejor inversión que harían y en ello estaba el repasar, estudiar y memorizar lo que la sucursal ofertaba. Fueron dos semanas de intensa inducción, que debieron ser en realidad un mes, que se redujeron porque él era un empleado antiguo que según ya estaba capacitado para el puesto.

Sabía de mecánica porque vio programas y tutoriales; por cuidar su posesión más preciada investigó sobre motocicletas, consejos útiles que le sirvieran dado el caso que tuviera un inconveniente. Por eso no se le complicó aprenderse los modelos que exhibía el concesionario, además de que conocía la utilidad de varios de los accesorios e implementos para ese tipo de vehículos.

Gracias a esa dedicación fue de los primeros que escogieron para que estuvieran en la semana inaugural del almacén dedicado a esos automotores, el que más destacó y por su porte, el que atrajo más compradores, tanto hombres como mujeres, en especial estas últimas quienes, como pretexto para hablarle, fingieron cotizar varias motocicletas con tal de pasar tiempo con él. Aquello le acarreó tanto amigos como enemigos, lo que ignoró pues su objetivo era tener un buen desempeño para recibir su paga sin problemas, que era el doble a lo que ganaba antes.

Era jueves por la tarde; como se quedó una hora después de su descanso debido a que tuvo que concretar su segunda venta de la semana de una de las motos más caras, su jefe le concedió un permiso de una hora luego de las tres. Aquello lo estresó porque no era partidario de laborar tiempo extra ya que no se lo remunerarían, no obstante, al ser una cuantiosa venta, puso su mejor cara al atender al comprador con quien congenió muy bien. Como él, tenía un gusto particular tanto por las motos como por la música rock, los tatuajes y las prendas de cuero; un motorista.

Lamento Meridiano ©Where stories live. Discover now