Prólogo

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Yo había vivido todo.

Desde la creación de los primeros minerales hasta el nacimiento de los primeros humanos. Me vieron chamuscarme ante el primer fuego, hendirme ante la primera rueda y marcarme mil veces con senderos. Necesitaban senderos porque eran los únicos animales que no sabían orientarse en territorio salvaje.

Yo estaba en todas partes, pero hacía falta rodearles de un desierto abrasador para recordarles lo mucho que me debían. Les regalé toneladas de trigo y a cambio me inundaron con sus lamentos, me atragantaron con su sangre y me sepultaron bajo las losas. Descompuse sus cadáveres, anclé sus edificios y soporté sus pisadas. Y aun así, mi carga no era nada en comparación con la que ellos llevaban siempre sobre sus hombros.

Yo había vivido todo, y viviría también la época que estaba por venir: la del hollín en el barro y la radiactividad en los campos.

Relatos del barroDonde viven las historias. Descúbrelo ahora