CAPÍTULO 3

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Mimi detuvo a Helios y a Corchea mientras veía a todos los peones algo alborotados. Le había costado un poco volver ya que Corchea se había puesto algo rebelde, pero lo había conseguido. Sobre todo había tardado por quedarse sentada leyendo una y otra vez aquella nota. Ella no había vuelto a ese lugar luego de que Ana se marchó, y fue así que se olvidó completamente de aquel último día que habían pasado juntas. Se le llenó el corazón de una extraña amargura, era raro. Haber leído eso 10 años después, era muy raro. Soltó un suspiro, no comprendía porque aún dolía, antes era solo una niña.

Uno de los peones la vio y avisó a Roi y éste al instante corrió hacia ella. Extrañada, Mimi se bajó del caballo.

- ¿Qué pasó?- Preguntó a su primo cuando este llegó a su lado.

- Llegó el jefe.- Dijo algo agitado.

Mimi alzó ambas cejas, no esperaba que Antonio llegara tan temprano, casi siempre lo hacía por la noche. Llamó a uno de sus compañeros y le pidió que guardara a los caballos. Se acercó a Corchea antes de que se alejara.

- No más líos por hoy, ¿entendido?- Le dijo. Corchea meneó la cabeza y Mimi sonrió y palmeó su lomo antes de que se la llevaran.

Comenzó a caminar hacia la casa. Roi se apresuró a seguirla.

- Espera.- Le dijo. Mimi siguió caminando.

- ¿Por qué están tan alterados todos?- Preguntó Mimi y lo miró de costado.- Es sólo el jefe, no es la primera vez que viene.

- No es por eso.- Consiguió decir Roi mientras intentaba ir a la misma velocidad que su prima.- No llegó solo...

Esta vez Mimi se detuvo y miró a su primo con el ceño fruncido.

- ¿No llegó solo?- Inquirió.

-No, llegó con una chica y un chico. Parecían una pareja o algo así. Entraron con él a la casa grande. Algunos muchachos dicen que...que deben ser compradores.

El corazón de Mimi se detuvo. Eso no podía ser cierto. Seguramente no lo era.

Se había rumoreado que Antonio Guerra tenía ganas de vender el campo, pero hasta el momento Mimi no lo había creído porque simplemente su jefe jamás la había mencionado nada, pero de repente se sintió intranquila. Aquel campo lo era todo para ella y no se veía en otro lugar que no fuera ese.

- Voy a ir a hablar con él.- Le dijo y comenzó a correr hacia la casa.

Si Antonio tenía pensado vender el campo, Mimi haría lo imposible para evitarlo. Incluso sería capaz de comprárselo ella misma, no por nada había ahorrado casi toda su vida. Se veía capaz de comprar aquellas tierras, o por lo menos una porción.

Entró a la casa por el lado de atrás, como siempre. Al primer lugar al que entraba era la cocina, su madre se sobresaltó un poco y giró para mirarla.

- ¿Qué te pasó?- La miró preocupada.

- ¿Dónde está el señor Guerra?- Dijo al instante.

- En su despacho.- Respondió ella extrañada.

- Bien.- Musitó Mimi y comenzó a caminar para salir de allí.

- Mimi, hija, espera.- Ella la siguió pero al parecer Mimi no la escuchaba.- ¡El señor no vino solo!

Se quedó quieta en su lugar ya que al parecer Mimi no la había escuchado. Soltando un suspiro volvió a la cocina, aún no podía creer que ella estuviese allí de nuevo. Casi sonrió. Mimi tampoco iba a creerlo cuando se enterara. Ella había sido tan importante para Mimi cuando era una niña. ¿La recordaría? Estaba segura de que sí. Volvió a concentrarse en la comida. Más tarde iba a ver la reacción de Mimi ante la llegada de Ana.

Olvídame// WarmiWhere stories live. Discover now