CAPÍTULO 5

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Mimi y Antonio volvían de la charla con Roberto, completamente en silencio. La charla no había sido buena, y Mimi temía que si la cosa seguía así de tensa, habría más enfrentamientos y tiros que nunca.

- Tendré que tomar otras medidas con respecto a Muñoz.- Habló Antonio al fin.

- Tranquilo, señor.- Lo calmó-. Todo va a estar bien, sólo tenemos que aprender a manejar un poco más la situación.

- No puedes prohibirle a Roi ver a Cris...

- No tenía pensado hacer eso. Ellos dos son libres de hacer lo que quieran, y si necesitan apoyo no estarán solos. Pero me preocupa lo que Muñoz pueda llegar a hacer.

- Roberto lo va a entender tarde o temprano, hija.

- Eso espero-. Susurró la rubia.

Cabalgaron hasta detenerse frente a la casa grande. Antonio se bajo con cuidado y se giró a verla.

- Quiero que hoy cenes con nosotros.-Le dijo. Mimi frunció el ceño. Seguro que se estaba refiriendo a él y a la pareja.

- ¿Le parece, señor?-inquirió.

- Sí, quizás te lleves una sorpresa.

- Está bien.- Asintió.

Antonio entró a la casa y Mimi soltó un lento suspiro y miró hacia el cielo. La noche estaba completamente despejada. Aquel manto de estrellas era un espectáculo. ¿Cuántas veces se había tirado a contar las estrellas? Miles ¿Lo había conseguido? Nunca. Infinito el universo sobre su cabeza, la llenaba de una cierta alegría. A veces ella misma se sentía infinita. Jamás llegaba a conocerse del todo. Siempre le aparecía una faceta nueva, un sentimiento nuevo, una pasión, una necesidad.

No pudo evitar pensar en la nota que había encontrado casualmente en el pequeño valle. Sonrió levemente y cerró los ojos para recordarla. Jamás había conocido a otra niña con una sonrisa tan bonita como la de ella. Siendo pequeña jamás le había gustado cogerse las manos con nadie, salvo con ella.

Y de repente, aquel día en el que se marchó entró a su cabeza. Aquel sentimiento que la había invadido jamás volvió a sentirlo. Se había sentido totalmente desolada, angustiada y perdida. Era como si aquel día le hubiesen arrancado un pedazo de corazón, así sin más. Y recordó sus lágrimas, recordó el dolor en su mirada chocolate, ella no quería irse. Entonces, ¿por qué no volvió? Un año después de su marcha ella la había estado esperando, pero jamás llegó. Tampoco la escribió como había prometido, ni la llamó. Quizás Ana sí se olvidó de ella. Sonrió con amargura, era completamente ilógico que todavía pensara en ella, lo más ilógico era que todo el día había estado así. Jamás se le había ocurrido preguntarle a Antonio que qué había sido de la vida de Ana Guerra. Lo poco que sabía era gracias a su madre, y tampoco era demasiado. En los últimos años ella ni se le había pasado por la cabeza, pero al parecer hoy estaba completamente incrustada en su mente.

Se bajó del caballo y se quitó el sombrero. Se secó el sudor de la frente y se observó a sí misma. Estaba hecha un desastre. Tenía que ir a arreglarse si su jefe quería que cenara con él esta noche, y tendría que fijarse qué ropa adecuada para una cena iba a ponerse.

Entró a la cocina sobresaltando un poco a su madre. Esta se giró para verlo con la mano sobre el pecho.

- Me asustaste.- Le dijo exaltada.

- Lo siento.- Sonrió ella.- No fue mi intención.

Inma respiró con más tranquilidad y se acercó a su hija.

Olvídame// WarmiWhere stories live. Discover now