CAPÍTULO 19

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El silencio que había allí adentro las dejaba escuchar con perfecta claridad los sonidos de la lluvia y el viento. Entre ellas ya no había tensión, solo un poco de confusión. Mimi sintió como el cuerpo de Ana se relajaba contra ella, y supo que estaba por quedarse dormida.

—¿Vamos a dormir? —le preguntó.

Ella solo asintió. Se pusieron de pie y Mimi arregló un poco el improvisado colchón que había armado. Le dio el paso y ella se acostó. La tapó con una de las sábanas y se sentó en el suelo, a su lado.

Ana la miró extrañada. No esperaba que ella se sentara allí, sino que se acostara a su lado. El colchón era amplio y ambas entraban perfectamente.

—Mimi, ¿acaso vas a dormir allí sentada?

Ella la miró algo sorprendida por su pregunta. No tenía ningún problema en dormir así, no le resultaba incomodo.

—Si, ¿Por qué?

—Ven aquí, Mimi —le dijo y abrió las sábanas indicándole el lugar — Entramos las dos, no quiero que duermas sentada.

Estaba sorprendida, si. No esperaba que ella le dijera aquello. Sintió cosquillas en la barriga, pero sacudió la cabeza.

—Yo no creo que sea correcto.

Ana sonrió.

—Hablas como una anciana, Doblas —aseguró —Cuando éramos niñas dormíamos hasta en el suelo del establo juntas.

'Pero ya no somos niñas' —pensó Mimi.

—Lo sé —le dijo —Pero yo aquí estoy bien. No quiero que duermas incómoda .

—¿Puedes dejar de tratarme como a una princesa? No lo soy. Conozco los dolores, las incomodidades y esas cosas. No soy de cristal, Mimi. No me rompo. Ni me quejo.

—Pero le temes a las tormentas.

—Eso le puede pasar a cualquiera. Desde a la princesa Carolina de Mónaco, hasta a un pobre hombre que duerme en la calle.

—No me refería a que no eres fuerte o capaz, Ana—le sonrió —Solo... aagh, nada.

Se puso de pie y se acostó a su lado. Ana sonrió abiertamente sin que la viera. Estaba segura de que aquello era solo una tonta excusa.

—¿A quien iba a abrazar si no era a ti cuando haya un rayo? —le preguntó.

Mimi suspiró, se acomodó mejor y abrió sus brazos para ella. En ese momento un trueno llegó y Ana la abrazó más rápido de lo que se tarda en dar un respiro. Una estúpida sonrisa se le escapó, ella la hacía sentirse así. Su corazón latió rápido cuando apoyó la cabeza en su pecho.

—Hasta mañana, Mimi —le dijo. Ella sonrió aun más.

—Hasta mañana, banana.

Mimi comenzó a despertarse, por el suave canto de un pájaro. Abrió un ojo para encontrarse en un lugar que no era su habitación. Miró a su alrededor y reparó que estaba en un viejo establo. La luz del sol entraba implacable por la ventana. Entonces se despertó del todo y recordó por qué y con quién estaba allí. Bajó la mirada hacia el suave peso que descansaba contra su pecho. Su corazón comenzó a latir rápido al tener su bello rostro tan cerca. ¿Cómo podía ser tan hermosa? ¿Cómo podía hacer latir su corazón de aquella forma?
Debería estar sintiendo rencor por ella, por haberle roto el corazón siendo solo una niña, pero extrañamente no podía sentir aquello por ella. Y lo que sentía la confundía, la abrumaba.

Olvídame// WarmiWhere stories live. Discover now