Olvídame// Warmi

CAPÍTULO 17

Ana miró a su alrededor, reparando en lo tétrico que se veía aquel lugar. Las viejas historia que su padre le contaba a Mimi y a ella cuando eran niñas rondaban por su cabeza, y en ese momento estaba en las viejas y misteriosamente abandonadas tierras de los Iglesias .

Simplemente se sentía como una niña, no tenía otra explicación. Se abrazó a sí misma cuando un nuevo escalofrío bajó por su espalda.

Mimi se había ido a buscar algo para poder secarlas, y ella había decidido quedarse sentada cerca del fuego, y al parecer no había sido una buena idea. Escuchaba algunos sonidos, no estaba segura de lo que podían ser, y la tormenta seguía siendo intensa afuera. Para su suerte ningún trueno había vuelto a sonar. No quería estar sola cuando eso sucediera.
Se sobresaltó un poco al ver a Mimi saliendo repentinamente de la oscuridad con un par sábanas y toallas.

—Tranquila, soy yo —le dijo.

—Lo sé —asintió ella —¿De dónde sacaste eso?

Mimi le tendió una toalla y se acercó a ella para sentarse a su lado.

—Del lado trasero hay una especie de patio con techo, estaban colgadas en una especie de tendal. Las revisé y están limpias.

Ana miró extrañada la toalla que tenía en la mano pero no lo dudó y se secó un poco el pelo para luego envolverse con ella.

—¿La lluvia sigue siendo fuerte? —le preguntó.

—Así es, hacía bastante que no llovía de esta forma.

Se puso de pie y sin decir nada se quitó la camisa. La mandíbula de Ana se abrió hasta casi tocar el suelo. Sintió que la sangre le corría a toda velocidad hacía sus mejillas. Al instante se giró dándole la espalda.

—¿Qué estás haciendo, Mimi? —le preguntó algo nerviosa. Ella la miró divertido al verla mirando hacia otro lado.

—Voy a empezar a secar mi ropa por partes, no quiero dormir empapada— le dijo y estrujó su camisa para luego estirarla cerca del fuego —Deberías hacer lo mismo.

—Si, claro —dijo irónicamente —¿Y que vamos a ponernos mientras tanto?

—Te puedes envolver con la toalla que acabo de darte o si quieres te improviso un vestido con una de las sábanas.

Ella se mordió los labios. Quería girar para mirarla pero no se animaba. ¡Por dios! ¿Cómo podía una mujer ser tan perfecta? Pero se armó de valor y giró su cabeza para mirarla sobre su hombro. Estaba sentada, con la toalla alrededor de sus hombros.
Miraba fijamente el fuego, pero de repente levantó la mirada hacia ella.

—Voy... voy a quitarme la camiseta —le dijo ella —Pero no mires.

La rubia evitó sonreír, pero sus comisuras se elevaron sin permiso. Sin decir nada comenzó a girar hasta darle la espalda.

—No voy a mirarte, lo prometo —dijo mientras alzaba una mano.

Ana se puso de pie y dejó la toalla a un costado. También se dio la vuelta, no quería mirarla mientras se sacaba una parte de la ropa. Trató de hacerlo rápido, pero sus nervios la estaban traicionando. Logró quitarse la camiseta mojada y la estrujó lo más que pudo.

Mimi escuchaba todos y cada uno de sus movimientos con mucho cuidado. En ese momento estaba terminando de estrujar su remera. Entonces la curiosidad la embargó. Tenía que mirarla un poco, solo un poco. Lentamente comenzó a girar la cabeza, hasta tenerla en su línea de visión. Su corazón comenzó a latir con fuerza al ver que estaba de espalda, era la espalda más pequeña y 'suave' que ella había visto. Su piel era dorada y el fuego hacía un raro juego de luces contra ella. La observó detenidamente, no había ninguna imperfección en ella. Vio como su piel se erizaba y tragó saliva. Tenía que dejar de mirarla, pero se estaba haciendo imposible.